De: Grace Lloper
Para: Mark Davis
Asunto: ¡Hola guapo!
Hora: 10:12 AM
No hablo muy bien inglés, pero trataré de hacerlo:
Soy de Asunción, Paraguay… ¿tienes idea de dónde queda eso? Probablemente no, nadie lo sabe… ;-)
Soy una chica trabajadora y una madre soltera que tiene muchas "ideas sucias" en su cabeza. Un día decidí poner esos pensamientos en papel y me convertí en una escritora de novelas eróticas (a la noche). Es solo un pasatiempo, pero me hace feliz. Eso es lo importante, la vida es demasiado corta, debemos hacer lo que queremos.
Por eso te escribo, me gustaría conocerte.
Esperaré tu respuesta. Besos… donde tú más desees.
P.D.: Sí, ahí también…
De: Mark Davis
Para: Grace Lloper
Asunto: RE: ¡Hola guapo!
Hora: 10:24 AM (6:24 AM en Los Ángeles)
Acabo de leer tu historia y me gustó mucho. Estoy llegando a casa muy "borracho" pero tienes toda mi atención.
(Enviado desde su Iphone)
De: Grace Lloper
Para: Mark Davis
Hora: 10:32 AM
Borracho es el mejor estado para hacer locuras… me gusta eso.
Y tú me vuelves loca, ¿sabes?
Ojalá pudiera estar contigo, beber contigo… y otras cosas.
De: Mark Davis
Para: Grace Lloper
Hora: 10:45 AM (6:45 AM en Los Ángeles)
Suena delicioso, pero me voy a dormir, dulces sueños.
Te veo en los tuyos.
Buenas Noches.
(Enviado desde su Iphone)
De; Grace Lloper
Para: Mark Davis
Hora: 10:50 AM
Para: Mark Davis
Hora: 10:50 AM
¿Eres un vampiro?
¿Duermes de día y chupas la sangre a la noche?
Nota de la autora: Hasta aquí ocurrió en realidad, solo que los e-mails fueron en inglés. El resto es invento mío.
Mark Davis: Actor de películas para adultos, nació en Essex (Inglaterra) el 6 de agosto 1965, actualmente vive en Los Ángeles, (Estados Unidos). Es una leyenda dentro del cine porno, del cual todavía no se retiró
Nota de la autora: Hasta aquí ocurrió en realidad, solo que los e-mails fueron en inglés. El resto es invento mío.
Mark Davis: Actor de películas para adultos, nació en Essex (Inglaterra) el 6 de agosto 1965, actualmente vive en Los Ángeles, (Estados Unidos). Es una leyenda dentro del cine porno, del cual todavía no se retiró
Ninguna respuesta más…
"¿Dulces sueños?" Era casi mediodía… y amaneciendo para él. "¿Te veo en los tuyos?" Bastardo engreído, solo alguien que se cree la "última Coca-Cola del desierto" diría eso.
Maldita mi amiga Mara y por añadidura: maldita Ana, que me metieron ese porn-star obsesión en las venas. Nunca bajé tanta pornografía en mi vida como ese fin de semana en el que vi su foto por primera vez y Mara empezó a subir sus videos en un disco duro virtual.
No soy asidua al porno, simplemente porque me parece aburrido, sin argumento o sin romance. Pero este hombre… hummm, hace que la pornografía adquiera sentido. Nunca había visto que un actor de su tipo besara tanto a sus parejas en la pantalla, con tanta ternura y las tratara como si fueran joyas preciosas. ¡Y cómo las hace gozar! Tiene una sonrisa que desarma, unos ojos cautivantes, una lengua maravillosa y un instrumento digno de admiración.
No en balde en su biografía dice: "Disfruto haciendo feliz a una mujer".
¡Hazme feliz a mí!
Con ese fin, lo busqué, lo busqué y rebusqué en la red, hasta que lo encontré.
No fue fácil, pero muchas cosas en mi vida habían sido difíciles y eso jamás me detuvo.
Ahora ya tenía todas sus coordenadas, vivía en Los Ángeles y era como si ese hombre quisiera que lo detectaran, en su perfil del facebook incluía incluso los lugares donde se encontraba en cada momento, hasta el local de "Ela Ela Nails" en San Francisco ¡donde se hacía manos y pies! cuando iba a trabajar.
Y de verdad le gustaba la joda, durante todo el mes recorrió un montón de sitios: Bubba Gump, Sagebrush cantina, Corner bar, Los Toros Mexican Restaurant, House of chicken and Waffles en Los Ángeles. En Nueva York estuvo en Ruby Foo's, Curly Woolf Saloon y White Castle Restaurant. En San Francisco estuvo en Kink.com trabajando varias veces y por supuesto, también de parranda en Morac, al parecer uno de sus lugares preferidos.
¡Y primicia exclusiva! Iría a Las Vegas a mediados del mes siguiente. Según comentaba necesitaba "ride up the road" en su magnífica –fotos incluidas en su perfil– Harley Davidson de colección junto con sus amigos motoqueiros… ¿iría acompañado?
Yo tenía pendiente un viaje a Utah para conocer a mi sobrina nueva, no perdería esa oportunidad. Las Vegas quedaba a escasas cuatro horas por carretera del lugar donde vivía mi primo. No podía pedirle a él que me llevara, tenía tres hijos, obligaciones y una esposa, además de que era mormón y caería de culo si supiera mis intenciones. Pero mi amigo Federico también vivía cerca de allí… y jamás me negaría una ida a la "Ciudad del pecado y las perversiones", lo conocía.
—¡Dime dónde está ahora!
—Mierda, Gaby … tranquilízate —Federico sacó su blackberry y entró al perfil de Mark con mi pseudónimo—. Está en el Casino Royale.
—Vamos para allá.
Y estiré al pobre Federico a través de Las Vegas Blvd. unas cuatro o cinco cuadras hasta que localizamos el hotel-casino donde se encontraba Mark en ese momento.
Era una hermosa noche de verano, y yo iba vestida para matar. Sabía que no podía competir con las "conejitas" a las que él estaba acostumbrado, pero tenía otras armas. Esperaba que fuera suficiente para llamar su atención. Ya había logrado captar su interés por mail, algo que mis amigas no habían conseguido, varias le habían escrito, y a ninguna le había respondido… solo a mí.
Sonreí al recordar las palabras de Mara: "¿Cómo nosotras, simples mortales vamos a captar su atención? Tu curriculum creo que fue lo que más le atrajo"
"Y espero que mi curriCULOm mantenga su interés" le había respondido por chat. Porque de verdad tenía suficiente para que se mantuviera entretenido. Más que suficiente, por delante y por detrás. Y por lo que había visto en su perfil, le gustaban mucho las buenas lolas y un buen trasero. Compartía imágenes de mujeres pechugonas y culonas constantemente.
Pasamos una hora dentro del hotel hasta que por fin lo localizamos en el bar.
¡Santo cielos! Era todo y más de lo que me había imaginado. Estaba más flaco de lo que recordaba en sus fotos, pero igual era tremendamente sexi. Alto, muy alto, de hombros anchos y caderas estrechas. Tenía la cabeza totalmente rapada y una pequeña barba tipo "chivo" encanecida por los años, ya no era un jovencito… pero era una leyenda en su rubro.
Mis ojos se abrieron tanto que mis pupilas parecían que iban a desorbitarse.
—Si es así como pretendes llamar su atención, vas a ir al infierno antes de que te mire —dijo Federico riendo a carcajadas—, tus ojos parecen dos huevos fritos.
Me colgué del brazo de mi querido amigo de la infancia, que alguna vez creyó estar enamorado de mí, y empecé a temblar.
—Es él, dios mío, no puedo creerlo.
Federico puso los ojos en blanco y me abrazó.
Me desprendí al instante de sus brazos y recompuse mi aspecto.
Show Time, pensé.
Durante media hora observé sus movimientos, era tan perfecto que daba escalofríos. Estaba con un grupo de amigos, al parecer todos motoqueiros como él. Alguna de las chicas se colgaban de su cuello, pero no parecía estar con ninguna en especial. Federico volvió de la barra con una cerveza para él y un daikiri de limón para mí. Me observaba sonriendo, callado, solo escuchando atentamente todas las idioteces que yo decía.
—Vamos, Fede —ordené cuando creí que estaba preparada para enfrentarlo—, ya sabes lo que tienes que hacer.
Refunfuñando y de mala gana, me siguió.
Cuando llegamos hasta Mark, Federico fingió tropezar y me empujó hacia mi objetivo. El daikiri que yo llevaba en la mano fue a parar directo a su preciosa camisa de seda negra.
—¡Ohhh, perdón, discúlpame! —dije en español, fingiendo estar apenada por lo ocurrido.
—¡Mierda! —su primera palabra no fue muy halagadora, pero era lo que esperaba.
—Lo siento mucho, señor —contesté ya en inglés pasando mis manos por su torso intentando limpiar lo que había ensuciado y mirándolo a los ojos.
Esos hermosos ojos celestes casi transparentes, que aunque no lo crean, era lo que más me atraía de él, aparte del buen uso que daba a su lengua.
—¡Al carajo! ¿Por qué no se fija por dónde camina? —dijo enojado.
—Le pedí disculpas —dije en mi limitado uso del inglés, entendía cuando hablaban, pero cuando yo tenía que hacerlo era un desastre—, eso debería ser suficiente… no lo hice a propósito.
Por fin, me miró.
—No eres de aquí.
—Chocolate por la noticia —dije en español, sonriendo.
—No entiendo —dijo ladeando las cejas.
—Es una expresión de mi país. Olvídalo —pasé de nuevo mis manos por sus duros pectorales limpiando la mancha y anuncié—: Me gustaría pagar la tintorería… o una nueva camisa si deseas.
—No es necesario…
—Probablemente no, pero quiero hacerlo —y lentamente, con sensualidad, saqué de mi bolso la llave de la habitación que no había dejado en el hotel y se la mostré— Fitsgerald Hotel.
—Habitación 555 —dijo, leyéndolo del llavero y con una sonrisa pícara, preguntó—: ¿Es una invitación?
—Atrevido y oportunista —dije imitando su sonrisa, sin dejar de acariciarle el pecho—, te estoy mostrando donde puedes mandar la cuenta.
—¿Y si quiero cobrar de otra forma? —preguntó sonriendo también.
—Entonces te saldrá muy caro, porque vuelvo a mi país mañana —mentí, sintiéndome en la gloria al ver que había picado el anzuelo.
—¿De dónde eres? —preguntó aparentemente interesado.
—Asunción, Paraguay —dije, y al ver que fruncía el seño agregué—: Sudamérica.
—Sé donde es —contestó.
—¡Milagro! Nadie parece conocerlo en este país.
—¿Y a nombre de quién dejo la cuenta? —preguntó.
—Soy Gabriela… —dije mi nombre verdadero para que no me relacionara con el pseudónimo de la escritora que él conocía y le tendí la mano—. Gabriela Perci. Gaby para ti.
—Encantado, Gaby… mi nombre es Stephen Scott —contestó con su nombre real, estrechando mi mano y estirándome hacia él. No era que necesitara mucho impulso, ya estábamos bastante cerca.
Y me sorprendió acercando su rostro al mío, y depositando un beso en mi mejilla.
Casi me derrito.
—En mi país —dije sonriendo—, si le das un solo beso a una mujer, la dejas soltera.
Y rápido como era, entendió la premisa: me dio otro beso… en la otra mejilla.
—¿Así está bien? —preguntó. Yo solo pude asentir, ya que sentía que mis piernas apenas me sostenían. Él continuó—: En mi país, si le das dos besos a una mujer, tienes derecho a un tercero.
Era un invento, lo sabía… pero ¿a quién carajo le importaba?
—Me gusta esa costumbre —contesté entornando los ojos.
Entonces, se acercó más y… me besó en serio.
Inclinó la cabeza lentamente para buscar mis labios, apenas rozándome. Pero el ligero toque era más sensual que un beso. Mordió mi labio inferior, siguió acariciándome con ellos sin besarme del todo y las sensaciones parecían envolverme, haciéndome perder la cabeza. El sonido ronco de su respiración, su aliento, el roce de sus labios…
Por fin, cuando estaba a punto de derretirme, entreabrió mis labios con su lengua y probé su sabor. Sabía a whisky y a algo muy masculino, muy excitante.
Mi cuerpo estaba encendido, mis pechos hinchados. Deseaba que me tocase.
Imposible, pensé. Aquello no podía estar pasando. ¡Es Mark Davis, mi fantasía, quien me está besando! Estaba segura de que aquello no era real. Pero no quería despertar. Si de verdad era un sueño, quería seguir dormida, no quería saber nada, solo quería seguir sintiendo.
Con las manos de él sujetando mi cara, su lengua hurgando sin compasión el interior de mi boca y su cuerpo apretándose contra mí, me entregué por completo a aquel beso, contestando cada gemido, cada suspiro.
Y me sentí más viva que nunca.
Hasta que un fuerte estirón me separó de los brazos de mi tormento.
—¿Qué se supone significa esto? —dijo Federico en español, falsamente enojado— Me voy un momento al baño y a la vuelta… ¿con qué me encuentro?
—¡Suéltame! —grité y me desprendí de su brazo acercándome de nuevo a mi obsesión.
—No entiendo… ¿qué pasa? —preguntó Mark aturdido.
—Un ex novio enojado —mentí en su oído, sabía por experiencia que lo que más atraía a los hombres era lo que otros deseaban y no podían tener—, por favor… ayúdame a deshacerme de él —y otra cosa que no podían resistir: salvar a una damisela en apuros.
—Amigo, la señorita está conmigo. Te agradecería que nos dejaras solos —dijo Mark con tranquilidad.
—La "señora" vino conmigo… y se irá de la misma forma —retrucó Federico enojado.
Todo estaba saliendo de acuerdo al plan.
—Ya sabes dónde estoy… y dormiré sola —dije en su oído.
—Creo que no lo harás —contestó con una sonrisa pícara.
—Mi puerta estará abierta.
—Cuidado con quién se cuela —dijo guiñándome un ojo.
Y Federico me empujó hacia la salida.
Todo estaba a oscuras.
Y allí estaba yo, tirada en la cama, desnuda, esperando la llegada de mi mayor fantasía. Había cerrado todas las cortinas para que no viera las imperfecciones propias de mi edad –solo era dos años menor que él–, y las secuelas de mi embarazo.
No era algo que me importara demasiado, pero quería que la fantasía resultara perfecta. Como si yo fuera una de las conejitas de los videos. Sabía que él no tenía problema alguno con los kilos de más o los senos que no aguantaron la ley de la gravedad, muchas de las mujeres de sus películas, sobre todo de la segunda etapa, la de dominante, eran mujeres reales con imperfecciones.
Y quizás esa era una de las cosas que más me atraían de él.
Está tardando demasiado, pensé.
Y fui quedándome dormida sin querer.
Hasta que sentí que unos labios dejaban besos suaves como mariposas en mi mandíbula y mejillas y volví la cabeza para poder alcanzar su boca. Con un rápido movimiento, él me giró para estar frente a frente. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba desnudo.
Extendí la mano para tocarlo. Emitió un pequeño gemido y cubrió mi boca con la suya.
Sus labios se movieron contra los míos, saboreándome, provocándome, explorándome. Recorrió con su lengua la unión de nuestros labios y los abrí para dejarlo entrar. Un nuevo tipo de sabor se reveló en mi interior cuando él condujo la lengua dentro de mi boca y comenzó a acariciarla. Ya no sabía a whisky, sino a cerveza, amarga… embriagante.
Acarició mi pelo con una mano, recorriéndolo con los dedos. Entrelacé mis brazos a su alrededor sintiendo su piel y músculos, acercándolo más contra mí. Y de repente el beso se tornó tórrido y urgente, casi doloroso de tanta intensidad. Oleadas de sensaciones se dispararon en mi interior. Y deseaba más.
Él movió una mano hacia mi cintura y fue deslizándola hasta llegar a mis costillas y tomar uno de mis pechos. Su pulgar comenzó a formar círculos en mi pezón y todo mi cuerpo se estremeció. Su boca abandonó la mía y trazó un rastro de húmedos besos por la barbilla y garganta, y por el cuello. Y entonces se llevó mi seno a la boca.
Grité de placer y mi cuerpo se retorció. Me exploró en la oscuridad con sus manos, con unos suaves dedos que me acariciaban y prendían fuegos de erotismo y pasión aquí, allí y en todas partes. Era como si estuviera intentando ver a través de sus manos, intentando descubrir cómo era mi cuerpo. No podía quedarme atrás, recorrí con las manos su pecho, intrigada por el vello que lo cubría, algo que no recordaba de los videos. Descubrí sitios más suaves en los costados y por el tórax, sitios donde la piel era tan suave como la de un bebé.
Deseé que no estuviera tan oscuro porque me habría gustado poder verlo, ver su piel, su vello y sus músculos firmes. Apreté mis labios contra su pecho, lamí con la lengua sus pezones, y obtuve un jadeo como respuesta, mientras mis manos exploraban los firmes músculos de alrededor. Mis manos fueron bajando, siguiendo la línea de vello que recorría su abdomen hasta su ombligo, donde volvía a ser más espeso. Mi mano bajó todavía más y él gimió. Era tan grande como esperaba que fuera, como había visto que era.
Me rodeó con sus brazos y me estrechó contra sí.
Si no sucedía nada más, sería suficiente. Pero quería más. Quería todo.
Me besó de nuevo durante largo tiempo, apasionadamente, mientras me acariciaba primero uno de mis abundantes pechos y a continuación el otro. Me estremecí con cada caricia y él sintió mi necesidad. Su boca abandonó la mía y, trazando el camino con la lengua, llegó hasta la suave curva superior de mi pecho para, a continuación, seguir bajando. Finalmente, inevitablemente, tomó de nuevo el pezón con su boca y lo acarició con la lengua, lo rodeó y después exploró la parte inferior de mi pecho. Le rindió el mismo homenaje al otro y después fue deslizándose por mi cuerpo, tocando mis nalgas, mientras iba dejando besos a lo largo de mi abdomen y ombligo.
Se movió encima y me besó de nuevo, era exactamente como esperaba que fuera. Embelesó mi boca con besos salvajes y hambrientos mientras su mano acariciaba la curva de mi cadera y mi muslo. Distrayéndome con la lengua, fue deslizando su mano por la cara interior hasta llegar a mi entrepierna. Muy lentamente, sus dedos separaron mis muslos y comenzó a acariciar la carne íntima expuesta. Contuve un grito sofocado. Ya estaba húmeda de deseo cuando introdujo un dedo dentro mío, luego dos…
Volvió a besarme y a darme placer con la lengua mientras seguía moviendo sus dedos dentro mío. Finalmente los sacó y comenzó a acariciar con la yema húmeda el punto que sabía me proporcionaría el mayor placer. Gemí dentro de su boca y él siguió tocándome. Levanté las caderas y me abrí para él. Estaba lista.
Abandonó mi boca y volvió a deslizarse por mi cuerpo, besando, lamiendo y mordiendo cada centímetro de mi piel mientras su dedo continuaba con su concentrado movimiento.
Besó mi vientre, y luego fue bajando y bajando hasta que su boca sustituyó a su dedo y su lengua hizo que me estremeciera.
Era tal cual lo había imaginado, caliente y delicioso, Creí que iba a morir. Jamás había sentido algo así en mi vida. La sensación de cumplir mi fantasía era tan intensa, era casi insoportable. No podía pensar. Solo podía sentir. Cada músculo de mi ser se tensó cuando mi cuerpo se arqueó y retorció. Estiré y moví las caderas como respuesta indecente a las caricias de su lengua. El placer fue incrementándose, la tensión fue creciendo más y más, hasta que sentí un estruendo en mis oídos y creí que iba a explotar.
Una pura explosión de sensaciones sacudió mi cuerpo y grité de asombro. Me sentí transportada por una ola de intensa pasión que envolvió cada centímetro de mi cuerpo.
Cuando mi estremecimiento hubo remitido, él se colocó encima y me abrió las piernas con ayuda de sus rodillas. Apretó su erección contra la entrada aún pulsante de mi sexo. Levanté las caderas para recibirlo y entró… lancé un gemido que acabó en un suspiro contenido una vez él estuvo dentro. Dejó que mi cuerpo se ajustara a su tamaño, se relajara y lo aceptara por completo y luego se irguió en mi interior. Una sensación enorme de bienestar, de calidez, me envolvió.
Mis caderas se ajustaron bajo su cuerpo, y él comenzó a entrar y salir, empujando y moviéndose con suavidad al principio. Quería que alcanzara el clímax de nuevo, así que retardó el suyo en un exquisito tormento. Se tomó su tiempo y me llevó a distintos grados de excitación. Levanté las piernas para sentirlo más dentro. Me entrelacé en su cuerpo, intentando que cada centímetro de mi piel estuviera en contacto con él.
Cuando sintió que la tensión volvía a crecer y mis gemidos se convirtieron en breves jadeos, fue incrementando el ritmo hasta que experimentó la presión de mi interior atenazarlo como un puño. Solo cuando sintió cómo me tensaba y retorcía, apretó su rostro contra mi hombro para reprimir sus gritos y se permitió por fin dejarse llevar.
Mi cuerpo siguió temblando con los recuerdos de aquellas sensaciones que me habían hecho estremecer hasta casi la inconsciencia. Cada poro de mi ser desprendía el éxtasis del momento vivido. Sentía ese cosquilleo hasta en el cuero cabelludo.
No podía creer lo que había ocurrido. Dos veces había logrado llevarme hasta ese estado, y eso no era algo común en mí. Sentía su peso encima, pero era una sensación agradable. Y dentro, donde aún seguíamos unidos, podía sentirlo latir mientras me recuperaba de los poderosos clímax que me habían sacudido. Un instante después, cuando mi cuerpo y mente se hubieron calmado, un intenso letargo se apoderó de mí.
Me besó de una forma tan dulce que casi me hizo llorar. Salió de mi interior y se acurrucó a mi lado. Tiró de la sábana para cubrirnos.
Había sido la noche más maravillosa de mi vida.
A pesar del letargo, y del cansancio, deseaba poder observarlo, poder mirarlo a los ojos y ver si en ellos había la misma mirada que sentía en los míos.
Encendí la luz.
¡Ohhhhhh, mierda!
De: Grace Lloper
Para: Mark Davis
Asunto: De vuelta a la realidad.
¡Hola Mark!
Probablemente no entiendas este mensaje al comienzo, pero quiero aclararte que soy Gabriela "Gaby" Perci, a quién conociste en el Casino Royale y vertió una copa de daikiri sobre tu impecable camisa de seda. Espero que hayas podido limpiarla, no me dejaste la cuenta de la tintorería… ;-)
También quería agradecerte por haberme dado la mejor noche de mi vida.
Estarás pensando… ¿esta tipa está loca? Si nunca acudí a la cita. Pues no, estoy muy cuerda y sé que gracias a ti descubrí el amor, lo tenía tan cerca que ni yo misma me había dado cuenta de su existencia.
Fui a Las Vegas en busca de una fantasía y encontré a mi media naranja, limón o toronja, como quieras llamarlo… ese amigo que siempre estuvo a mi lado y que si no lo hubiera llevado al extremo de los celos, probablemente no se hubiera animado a tomar tu lugar esa noche.
Federico, mi amigo, mi amor, te manda saludos y agradecimientos, está aquí a mi lado, volvió conmigo a Paraguay, para siempre.
Estoy satisfecha, cumplí mi fantasía de conocerte y me regalaste lo más maravilloso de mi vida.
Infinitas gracias.
Siempre te recordaré.
Tu amiga en la distancia, Grace (Gaby).
De: Mark Davis
Para: Grace Lloper
Asunto: RE: De vuelta a la realidad.
Me alegro haberte sido útil, y sí acudí a la cita, pero un dragón protegía tu puerta.
Como siempre, te veo en tus sueños.
Besos, Mark.
Parte de la Antología Relatos de Amor MR 2012
Julio de 2.012
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