Dibújame (Santuario de colores #1) Capi 03

domingo, 27 de abril de 2014

Casi me caigo de la cama ese sábado cuando mi teléfono sonó.
Miré el reloj, era cerca de mediodía. Y el sonido era el timbre de la puerta, levanté el tubo del intercomunicador y somnolienta contesté:
—Hola, Phil —lo veía por la pantalla—, entra por favor —y le abrí la puerta apretando el botoncito correspondiente— ¡Phil! —lo llamé antes de que saliera de mi campo de visión.
—¿Sí, señora?
—¿Puedes encender la cafetera, por favor? Y si quieres almorzar, hay comida en el refrigerador. Bajo enseguida.
Él asintió y desapareció de mi vista.
Me levanté, apagué la alarma y fui hasta el baño a asearme, me di una ducha rápida mientras pensaba en la locura que estaba haciendo: dejar entrar a un desconocido a mi casa. Pero ese hombre tenía una mirada franca y amistosa, yo siempre supe reconocer el carácter de una persona, además… si mi nuevo vecino le confiaba su casa, tenía que ser una buena persona, con excelentes referencias.
Si quería robar algo, lo haría aunque yo no le abriera la puerta, además… las cosas materiales carecían de importancia para mí. Eran solo posesiones, que se podían reemplazar. Ya había perdido demasiadas cosas importantes en mi vida como para preocuparme por un adorno de plata o un electrodoméstico que desapareciera.
Me puse lo primero que encontré, un short blanco, una camisilla roja y unas ojotas y bajé al encuentro de mi hermoso "casi" modelo sudamericano.
Percibí el olor apenas llegar al primer rellano de la escalera. El fabuloso aroma al café recién hecho, mi estómago rugió, aunque lo sentía revuelto.
—Hola, Phil —saludé acercándome a la mesada del desayunador.
Él estaba sirviendo el café, y se veía asquerosamente guapo. No era justo para la humanidad que alguien fuera tan perfecto. Volteó y me miró con esos increíbles ojos verdes que parecían desnudar mi alma cuando se posaban en mí.
—Buen día… o buenas tardes, señora Geraldine —y frunció el ceño—, aquí tiene su café —me pasó una taza.
—¡Oh, bendición! —le di un trago y casi tuve un orgasmo— ¿Le pusiste algo?
—Sí.
—¿Qué?
No me contestó.
—¿Le pasa algo? Se ve… Mmmm, digamos que no se ve muy bien.
—¡Gracias! Eso sí me levanta el ánimo —y reí antes de dar otro trago a mi café, tenía que averiguar el ingrediente secreto, estaba buenísimo.
—¿Tuvo una noche muy ajetreada?
—¡Puedes apostarlo! Llegué a casa a las seis de la mañana. Necesito un analgésico, está detrás de ti en el estante de arriba… ¿me lo pasas?
Lo hizo sin protestar.
—Creo que tiene resaca. Voy a prepararle algo que le hará pasar el malestar en un instante, pero vaya afuera a tomar el café, señora —y me sirvió un poco más—. Encenderé la licuadora, estoy seguro que eso no le ayudará a su dolor de cabeza.
Sin dudarlo, me alejé de la cocina.
Fui a la terraza y me tumbé en el sillón bajo la galería techada, con una pierna arriba y otra apoyada en el piso. El sol estaba en su punto culminante, así que tomé un cojín y me lo puse sobre los ojos.
Me sentía pésima. Y me odié por ser tan sociable, la noche anterior me hubiera quedado en casa tranquilamente, pero no… a las diez trepaba las paredes, ni un buen libro, ni la mejor película de la tele pudieron evitar que me vistiera y saliera a divertirme.
Era una maldición el no poder estar más de dos horas conmigo misma.
Suspiré al escuchar los ruidos que hacía Phil dentro. Luego sentí sus pasos.
—¿Enjoy Cock? —dijo riéndose.
—¿Pe-perdón? —y me saqué el cojín de la cara— ¿Tu remedio para la resaca es una Coca-Cola?
—No, me refiero a su camiseta —y apuntó hacia mi pecho.
(Para que entiendan, jajaja)

Miré lo que llevaba puesto y reí a carcajadas. ¡Oh, cielos! La cabeza casi me explota. Era una remera que ni recordaba que tenía, con las letras características de esa famosa bebida y la ola blanca debajo, pero no decía precisamente "Enjoy Coke". Y para rematar, debajo se leía: X-Large.
—Me puse lo primero que encontré —dije sin vergüenza alguna—. Pero no estaría mal seguir su consejo, sobre todo en lo del tamaño.
—¿Y qué diría el señor Van Helsing ante esa idea? —preguntó muy serio pasándome el extraño brebaje que tenía en sus manos.
—¿El señor Van Helsing? —indagué confundida y tomé un sorbo de esa bebida tan extraña que me había pasado, que parecía la cima de un cráter volcánico en erupción, hasta burbujeaba.
—¿Geraldine… eh, Van Helsing?
Escupí sin querer lo que había tomado, y reí a carcajadas. Por suerte, no lo hice en su cara. ¡Mierda, mi cabeza!
—Ay, Phil… eres muy gracioso —me miró confundido—. Soy Geraldine ¡Vin Holden! Tú sí que eres experto en rebajar el ego de una persona… ¿eh?
—Lo siento —parecía realmente avergonzado.
—No importa, te perdono porque eres extranjero. Y aparte de mi padre, no hay ningún señor Vin Holden, nunca me casé.
—¿Y por qué se presenta como "señora"?
—Porque no creo que necesite un anillo en el dedo para tener ese título, un hombre no va a hacer de mí una señora, sino mi experiencia, mis vivencias y mi edad… ¿no te parece?
—Buen punto… "señora". ¿Y qué edad tiene?
—La misma que tú.
—Yo no le dije mi edad.
—Yo tampoco —contesté enigmática y fui directo al grano—: ¿Vas a aceptar? —estaba ansiosa por saberlo, pero sin demostrarlo exteriormente.
—Solo si toma todo lo que le preparé.
—¿Qué mierda es? Sabe a cloaca.
—¿Y cómo sabe qué sabor tiene una cloaca, señora?
—Buen punto… "señor" —si supiera toda la mierda que tuve que tragar tantos años—. Tomaré esta bebida infernal hasta la última gota. Y luego… —sonreí traviesa e hice una pausa prolongada— te desnudarás para mí.
Él me miró impasible.
—Me desnudaré para usted, señora…
Sonreí, no aparté la mirada. Me tomé todo el brebaje horroroso casi de un trago.
—…pero tengo condiciones —dijo cuando terminé.
—Ya cu-cumplí —tosí de asco y me dieron arcadas— …tu condición.
—Solo una… tengo tres.
Ladeé una ceja, estaba acostumbrada a negociar, pero no creía poder ofrecerle mejores condiciones de trabajo. ¡Por Dios! Si era un… ¡limpia-piscinas!
Mmmm, qué bien se sentía ese brebaje infernal en mi estómago, a pesar del sabor amargo que había dejado en mi boca.
—¿Y cuáles son? —la incertidumbre estaba matándome.
Phil se acomodó mejor en el sofá y me miró fijamente.
—No quiero que mi rostro sea visible.
—Es una serie de cuerpos, Phil… se llamará "Man’s body", jamás pensé pintar tu hermosa carita. Esa condición la acepto, sin problemas. ¿Cuál es la última?
—No quiero su dinero, deberá pagarme de otra forma.
¿Qué es lo que este hombre quería? Me pregunté. ¿Qué le pagara con sexo? Si será idiota. Con lo bien que está puede conseguir eso y además cobrar.
—Te escucho —y esperé la propuesta indecente, no me tomaría por sorpresa. Obviamente la rechazaría y lo mandaría al carajo. Si alguien debía decidir con quién me acostaba era yo, no él.
—Usted también deberá hacerlo.
—¿Per-perdón? —dije desconcertada— ¿A qué te refieres?
—Deberá pintarme… desnuda.
—¿So-solo eso? —pregunté asombrada por la simplicidad de su propuesta.
—Nada más —su tranquilidad era abrumadora.
Un calor subió desde mi estómago y me estremecí al visualizar la imagen. Nunca antes lo había hecho, y la idea era sumamente atractiva y erótica. Demasiado.
—Pues levanta ese culo y ve a tostarlo, Phil… porque tenemos un trato.
Le pasé la mano y me la estrechó firme, sonriendo y observándome con los ojos entrecerrados.
¡Santo cielo! Me encantaba su mirada.
*****
No podía concentrarme en el libro que tenía enfrente. Solo podía pensar en Phil y en que esa tarde vendría a utilizar mi azotea para tomar sol en cueros. No quiso hacerlo al mediodía argumentando que el sol de la tarde era menos nocivo.
Buen punto.
Pero malo para mi ritmo cardíaco.
También me dijo que él podía encargarse solo de emparejar su diferencia de color, pero ¡Dios se apiade de mí! Yo quería participar. Así que le informé que la casa de su jefe tenía techo inclinado de pizarra, por lo tanto no podía subir a tomar sol allí. La mía tenía una azotea alrededor del lucernario central, y era un lugar íntimo e ideal para hacerlo sin que algún vecino se espantara y llamara a la policía.
Accedió frunciendo el ceño.
Y en ese instante, muy puntual, lo vi subir las escaleras de mi terraza desde la playa y caminar hacia mí. El corazón se me detuvo por unos segundos, y empezó a bombear como loco después. Me gustaba la belleza, y él… ¡era tan hermoso y masculino!
No me reconocía a mí misma.
¡Geraldine Vin Holden babeando por un hombre!
Pasé los dedos por las comisuras de mis labios, por si acaso esa idea pudiera ser cierta y no dejé de admirarlo.
—Hola, guapo.
—Buenas tardes, señora —y se paró frente a mí. Llevaba un extraño termo en las manos.
—Creo que deberíamos prescindir del "señora" de ahora en más, Phil —me levanté y me paré enfrente—. Llámame Geral.
Él asintió, serio.
—¿Sabes? Estaba pensando que en realidad no es necesario que subas a la azotea. Mi deck es muy amplio, la piscina cubre todo el frente, y está a cuatro metros sobre el nivel de la playa. La casa de al lado —y señalé a mi derecha— es de Jared Moore, y él está de gira, no hay nadie. Y la otra casa no tiene vista a mi terraza, así que si te ubicas aquí —le mostré la zona con las manos—, puedes tomar sol sin que nadie te vea.
Se encogió de hombros y asintió.
—No hablas mucho, ¿eh?
—Solo lo necesario.
—Bien, desnúdate y acomódate, voy a traer el bronceador —y me dirigí hacia el interior.
Cuando volví casi me caigo de espaldas.
El bello sudamericano estaba tirado en una de las reposeras boca abajo, con la cabeza apoyada en los brazos, y ¡completamente desnudo!
Era una visión espectacular.
Tragué saliva, me acerqué y me senté al costado de su reposera, lo moví ligeramente para que despertara de su letargo.
Él abrió los ojos y me miró mansamente.
—Voy a ponerte acelerador en los glúteos y protector en el resto… ¿ok?
Asintió y cerró los ojos, suspirando.
Empecé abriendo la botella y tirando el aceite en sus nalgas, me moría de ganas de tocarlo y del dicho al hecho, solo había un pequeño trecho… de dos segundos. Posé mi mano en uno de sus cachetes y esparcí el líquido, deleitándome con la suavidad de su piel y la firmeza de sus glúteos.
Observé que estaba cubierto de unas pequeñas pelusillas muy claras, y se sentía estupendamente bien bajo mis manos. Lo acaricié sin pudor alguno, por todos lados desde el inicio de sus nalgas cerca de las caderas hasta la mitad de su muslo donde empezaba el bronceado, incluso metí osadamente mis dedos entre sus glúteos por un par de segundos.
Sentí que se sobresaltó.
—¿Eres gay, Phil? —pregunté curiosa mientras seguía acariciándolo.
—No preguntarías eso si vieras el estado en el que me ha dejado tu mano, Geraldine —respondió suavemente, suspirando y acomodándose mejor en la reposera.
Sonreí complacida.
—Yo te necesito en reposo. Si no eres gay y quieres que yo esté tan desnuda como tú cuando te pinte… ¿cómo evitarás tu reacción?
—Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
—Me parece bien… ¿tienes un buen tamaño?
Él abrió los ojos y me observó.
—¿Lo necesitas muy grande?
—Puedo jugar con eso… —dije creyendo haberlo ofendido— no te preocupes, solo necesito ver la forma, con las sombras y los colores que crea en tu cuerpo, puedo agrandarlo si es necesario.
—Creo que estaré a la altura de las circunstancias —contestó volviendo a cerrar los ojos.
Suspiró cuando dejé de acariciarlo.
Maldiciendo porque tenía que dejar de tocarle esa zona, me limpié las manos con la toalla, cambié la botella de aceite acelerador por el de gel protector SPF 50 y empecé mi recorrido por sus fuertes piernas cubiertas de suave vello oscuro.
Cuando llegué a su espalda, lo hice con ambas manos, esparciendo el gel en forma conjunta por los costados, hombros y brazos. Sus músculos parecían esculpidos en hierro, era duro y fuerte por donde lo tocaba.
—¿Qué es eso que tienes al costado? —pregunté de repente cuando vi el termo de forma extraña en el piso de madera.
—Es una bebida refrescante —y levantó su torso apoyándose en los codos—, si ya terminaste de torturarme, te la haré probar.
—Mmmm, sí… creo que ya es suficiente —dije tomando la toalla y limpiándome las manos. No me moví de su lado, ya que no le daba sombra.
—Bien, esto es un termo, esto se llama guampa —y me mostró un vaso en forma de cuerno ahuecado con base recta—, y esta es la bombilla para tomar el líquido que se derrama sobre la yerba que hay dentro.
—¿Y qué hay en el termo? —pregunté curiosa.
—Agua con hielo. Todo el conjunto se llama tereré, en mi país le ponemos hierbas medicinales y refrescantes al agua, pero aquí difícilmente se consiguen. Así que yo suelo ponerle limón u hojas de menta, me gusta el sabor que le impregna.
—Interesante.
Él sirvió un poco y lo tomó, lo hizo tres veces antes de ofrecerme.
—¿Quieres probar? Ya le saqué el mal gusto de la yerba seca.
Negué con mi cabeza, sonriendo. De tu boca a mi boca, solo la lengua.
Se encogió de hombros y volvió a recostarse. A regañadientes, me levanté de su lado y fui a sentarme cerca, en el sillón frente a él, dentro de la galería.
En vez de volver a mi libro, tomé mi iPhone y tecleé en Google: «tereré».
La primera opción que salió fue Wikipedia, decía: «El tereré (palabra de origen guaraní) es una bebida tradicional oriunda de la cultura guaraní, de amplio consumo en Paraguay, el Noreste argentino, en el este y norte de Bolivia y en algunos estados brasileños».
Mierda, podía ser de cualquiera de esos países.
No le di mayor importancia, en algún momento me lo contaría, dejé mi iPhone a un costado y volví a mi libro.
Ya lo había mirado a placer, tocado, retocado y toqueteado por todos lados, por lo menos por detrás, así que por fin pude concentrarme un poco en mi lectura. Contaba con una hora para el siguiente asalto… y la visión plena de su cuerpo. El sudamericano se estaba haciendo rogar.
—¿Tú no tomas sol? —preguntó mi bello modelo de repente, luego de diez minutos de silencio.
—No, jamás… no es bueno para mi piel.
—Lo suponía, tu piel es tan blanca que parece transparente.
Asentí.
—¿Qué estás leyendo? —al parecer Phil estaba aburrido y quería conversar.
—Orgullo y Prejuicio —dije mostrándole la tapa.
—Jane Austen, jamás me hubiera imaginado que te gustaran los clásicos.
—Soy una mujer que sorprende, Phil —dije guiñándole un ojo.
—No lo dudo. ¿En qué parte del libro estás?
Me encantaban los libros de Jane Austen, tenía su colección entera y los había leído más de una vez. Eran un soplo de aire fresco dentro de tanta hipocresía en el ambiente en el que yo me movía. Pero… ¿Acaso el sudamericano había leído el libro? Bueno, veamos…
—«Me pregunto quién sería el primero en descubrir la eficacia de la poesía para acabar con el amor» —cité textualmente.
—«Yo siempre he considerado que la poesía es el alimento del amor» —respondió con las exactas palabras del libro.
Abrí mis ojos como platos, él sonrió al darse cuenta de mi sorpresa.
—«De un gran amor, sólido y fuerte, puede. Todo nutre a lo que ya es fuerte de por sí. Pero si es solo una inclinación ligera, sin ninguna base, un buen soneto la acabaría matando de hambre» —continué, para ver qué me decía.
—¿Sabes, Geraldine? Nunca estuve de acuerdo con esas líneas del libro. Pienso que un "buen" soneto nunca podría matar el amor, aunque fuera una inclinación ligera. Un "mal" soneto, obviamente sí. Creo que o bien la escritora se equivocó en las palabras o la transcripción del original fue pésima.
Me reí al escucharlo, porque era exactamente lo mismo que yo pensé al leer por primera vez esa frase.
—Sí, tienes toda la razón. Entonces… —y se me antojó hacerle una zancadilla— «¿Qué recomienda usted para enardecer el afecto?».
—Esa frase no es la continuación de esa conversación en el libro, Geraldine, pero si citara la respuesta del guion cinematográfico, sería: «Bailar, incluso si la pareja de uno es apenas tolerable».
Sonreí complacida por su respuesta.
—Y ese fue el momento en que el señor Darcy se enamora como un idiota de la señorita Bennet —concluí suspirando.
—Yo diría que ese es el momento en el que Lizzy le mete a Darcy su idiota orgullo por el… ya sabes dónde, por primera vez.
Ambos reímos a carcajadas.
—¿Cómo es que sabes tanto sobre Jane Austen? No es común que un hombre lea este tipo de libros.
—En realidad solo leí Orgullo y Prejuicio, y vi la película, una docena de veces. Es que… a una persona importante para mi le gustaba mucho.
—¿Una mujer? —pregunté curiosa.
Asintió con la cabeza, y cerró los ojos. Me di cuenta que no quería seguir hablando de ella.
Continuamos conversando sobre libros. Al parecer Phil había leído mucho, incluso discutimos acaloradamente sobre una escena de "La Divina Comedia" de Dante Alighieri, y aunque no nos pusimos de acuerdo, fue bueno poder hablar con alguien sobre algo que no fuera el clima, restaurantes, discotecas o tragos.
Tenía que reconocerlo, mi círculo de amigos era bastante superficial.
Al cabo de un rato, miré mi reloj.
—Creo que es hora que te des la vuelta, Phil. O no vas a poder sentarte esta noche, recuerda que te puse acelerador —y me levanté.
—Siéntate, yo puedo con el frente, Geraldine —dijo levantando su mano.
Hice un puchero.
—¿Acaso vas a privarme de la diversión? ¡Esta es la mejor parte! —y me reí de mi propia ocurrencia.
—Si quieres que te tire al piso de esta terraza y te folle hasta que no puedas respirar, entonces ven… tócame por delante —me amenazó, de una forma muy dulce.
Sentí una convulsión en la base del estómago.
Esa era una idea muy tentadora, la verdad.
Pero sabiendo que tendríamos que trabajar codo a codo durante por lo menos un mes, o más… volví a sentarme. No tenía ninguna norma al respecto de mezclar el trabajo con el placer, pero me conocía, sabía cuáles eran las reglas de esos juegos. Y a Phil todavía no lo conocía bien, por lo que acababa de descubrir sobre sus gustos literarios, lo notaba mucho más sensible que los mundanos hombres a los que yo estaba acostumbrada.
Lo dejaría respirar… por ahora.
Él se había puesto de pie, su altura y porte eran tan impresionantes que se me hacía agua en la boca sin querer. Estaba aplicándose el gel por los brazos, pero me daba la espalda.
Observé sus nalgas tensarse y bufé, ansiosa.
Sí. Lo dejaría respirar… pero solo un poco.
—Phil… ¿puedes voltear?
Y el sudamericano… me complació.

4 comentarios:

Marisa Citeroni - Escritora - dijo...

Hola que decir: ¡¡¡QUIERO MASSSSSS!!! esta novela se las trae y apuesto a que será un éxito y que quede claro que lo dije primero no aquí, si no desde el día que empezaste a escribirla.

CHICAS NO SABEN LO ALENTADOR QUE ES PARA UN ESCRITOR PONER UN COMENTARIO SOBRE ALGO QUE HA POSTEADO. No cuesta mucho solo unos minutos.

Saludos Grace

Liliana Glynn dijo...

Como todo lo que escribes... me encanta!!! Espero con ansias poder leerlo completo... Besos Grace.

Grace Lloper dijo...

Gracias niñas!!! Me alegro que les guste!

Carolina Ortigosa dijo...

No dejo de devorar un capítulo tras otro, es adictiva!!

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