Te amo, pero... (Capítulo 02)

martes, 23 de abril de 2013

EL INICIO DE LA HISTORIA

Seis meses antes…

Kiara y Gabriel se conocieron en un asado que hizo Patricio, el novio de Luana, en su casa de Surubi-î  con motivo de la finalización de un proyecto edilicio que había realizado con Luana.
Él era ingeniero civil, y tenía una empresa que se dedicaba a hacer rutas, puentes o cualquier estructura de envergadura, generalmente como contratista del estado. Estaban conversando con Patricio sobre sus respectivos trabajos, cuando Gabriel le contó que necesitaba un contacto en Yacyretá  que le diera informes sobre las licitaciones públicas y que tuviera acceso al director.
—Creo que puedo ayudarte con eso —dijo Patricio, y llamó a Kiara.
Una vez que los presentó, los dejó solos para que pudieran conversar, ajeno totalmente a la atracción que surgió entre ellos al instante de conocerse.
—Un placer conocerte, Kiara… ¿te gustaría tomar algo?
—Estoy bebiendo caipirinha —y levantó la copa casi vacía.
—Creo que ese vaso hay que llenarlo de nuevo —y la acompañó hasta la mesa donde estaban las bebidas.
Con eficacia, derramó el resto de limón que tenía el vaso en el basurero, volvió a llenárselo, le puso más hielo, un posavasos con una servilleta y se lo entregó, mirándola fijamente y rozando sus dedos en el proceso.
Kiara se estremeció y bajó la vista a la bebida, sintiendo que le faltaba el aire. Desde que se había separado de su marido, hacía más de diez años, nunca sintió una atracción tan fuerte por un hombre. Había tenido un par de novios durante todo ese tiempo, y muchos más ligues ocasionales. Pero nunca una sola mirada o un pequeño toque le habían causado esa convulsión estomacal.
Y supo en ese mismo instante, sin lugar a dudas, que él sería el siguiente en su cama.
—Cuéntame, Kiara… ¿qué haces diariamente? —preguntó Gabriel.
—Trabajo en Yacyretá como asistente del director general, como ya te contó Patricio.
—Pero esa es solo una partecita de tu vida…
—Ahora ando bastante desocupada, mi hijo fue a hacer unos cursos en el extranjero y estoy con el "síndrome del nido vacío". Tiene 22 años y sigue los pasos de su padre, que es abogado. Así que, como verás… no tengo mucho que hacer.
—Tomas sol, por lo que me he dado cuenta.
A Kiara le encantaba tomar sol, y siempre estaba bronceada.
—¡Sí! Adoro el sol, podría estar toda una tarde tirada en la playa como si fuera un cangrejo. Me refiero… a las playas del Uruguay, soy uruguaya de nacimiento y acabo de volver de allí, fui a pasar Navidad y año nuevo con mi madre, mi abuela, mi hermana y su familia.
—¡Qué bien! ¿Dónde exactamente?
—Mi madre tiene una casa de veraneo en La Floresta… ¿la conoces?
—¿Al lado de Costa Azul?
—Sí, es el balneario adyacente. Solo nos separa un puente.
—Lo conozco perfectamente, tengo un amigo uruguayo que tiene una casa de fin de semana en Costa Azul, fui un par de veces a pasar mis vacaciones allí… hace bastante tiempo —contestó pensativo.
—¿No será Jorge Zarategui? —preguntó en broma.
—Síii… es él —contestó sorprendido—, ¿lo conoces?
—No puedo creerlo, que pequeño es el mundo. Sí, claro que lo conozco. Es muy amigo de mi ex esposo, abogado como él, y solíamos frecuentarnos cuando íbamos de vacaciones, incluso lo vi este verano cuando estuve allí.
—Es increíble —y empezaron a recordar anécdotas pasadas con ese amigo en común, por supuesto, esos relatos incluían a sus respectivas ex parejas.
—¿Te llevas bien con tu ex? —preguntó Gabriel.
—Muy bien, tenemos una relación excelente —contestó Kiara sonriendo—, a pesar de todo lo que pasamos hasta llegar al divorcio, siempre hubo mucho respeto entre nosotros.
—Me alegro, eso es muy bueno… sobre todo para tu hijo.
—Sí, es cierto. ¿Y tú, qué tal te llevas con tu ex?
—Yo soy viudo, Kiara. —Y con cierta amargura en su voz, continuó—: No elegí separarme de ella.
—Lo siento mucho —contestó un poco desorientada. No por la situación, ajena a ella, sino por la tristeza que sintió en sus palabras.
—Ya pasó bastante tiempo, estoy recuperado.
—¿Cú-cúanto? —preguntó dudando.
—Más de tres años —y cambió de tema inmediatamente, como dando por terminada esa conversación—. Pero dime… ¿estás saliendo con alguien en especial?
—Mmmm, no.
—¿Te gusta salir a la noche?
—Me encanta, cualquier actividad que me haga escapar de la soledad de mi casa es bienvenida.
—Ya que ambos estamos solos… ¿aceptarías salir conmigo alguna vez?
Kiara sonrió complacida y sorprendida. Nadie le había hecho nunca una pregunta similar, simplemente la llamaban y la invitaban… ¡qué hombre tan ceremonioso! Pensó. Si le pidieran dos adjetivos para definirlo a primera vista serían: serio y formal.
—Claro que sí, Gabriel. Con mucho gusto —respondió.
Y él hizo una mueca, se diría que fue un amago de sonrisa.

A partir de ese momento salieron casi todos los fines de semana, y hablaban constantemente por teléfono, celular, o se enviaban mensajes de texto.
Primero fue una cita a cenar, donde hablaron y se conocieron mucho más, a solas. A esa salida le siguieron otras, en las que Kiara fue introduciéndolo en su grupo de amigos paulatinamente. Una reunión en casa de uno, un asado en casa de otro, una salida al cine o más invitaciones a cenar. Incluso alguna que otra vez habían ido a bailar.
Kiara era una mujer muy sensual, se había casado porque se quedó embarazada de su hijo cuando apenas tenía 19 años. Su matrimonio nunca fue convencional, y a pesar de que su marido, horas después de haber parido le dijo claramente que no quería seguir casado, su matrimonio duró más de diez años… insólito, pero cierto.
Él la acostumbró a ciertas cosas que si bien no son anómalas, normalmente son prácticas inusuales para un matrimonio común. Y le costó mucho tiempo adaptarse luego del divorcio, ya que todos los hombres que conocía se limitaban a juegos convencionales que la dejaban insatisfecha.
Una vez habían hablado de eso con Lisette, respecto a Gabriel:
—¿Crees que él, siendo tan serio y juicioso, podrá complacerte, amiga? Sabemos que tu naturaleza es muy… mmmm, fogosa, por decirlo de alguna forma.
—No lo sé, nena… no es un tema que surja fácilmente, menos con él, que ni siquiera me ha tocado todavía. Creo que no me queda otra que comprobarlo en la práctica, pero la espera se está haciendo insoportable.
—Realmente no lo comprendo… ¿le diste alguna señal?
—¿Qué tipo de señales? Sabes bien que no soy muy demostrativa a menos que esté en posición horizontal. Pero, por Dios… jamás he rehusado salir con él. ¿No es esa una señal suficiente?
Lisette encogió los hombros.
—El sábado fuimos a comer pizza —continuó Kiara—, y cuando volvíamos hacia el auto, tropecé. Gabriel reaccionó rápido… y cuando me sostuvo para que no cayera, me tocó un pecho sin querer. ¡Se disculpó en veinte idiomas! ¿Puedes creerlo? Yo hubiera querido caer sobre su mano diez veces más…
Rieron a carcajadas por la ocurrencia, pero siguieron sin respuestas.
Normalmente la invitaba a cenar, pero a veces él iba a su casa y ella preparaba la cena en compensación, porque nunca la dejaba pagar. Tampoco se esmeraba demasiado para evitar que Gabriel pagara las cuentas, no estaba acostumbrada a otra cosa, pero tenía esos detalles de vez en cuando, cuando creía que era demasiado lo que estaba invirtiendo en ella sin recibir nada a cambio, ni siquiera un beso… pero bueno, era culpa de él, se justificaba.
La única vez que estuvieron tan cerca como para llegar a tocarse, fue cuando Kiara se había quedado dormida en el sofá de su casa viendo un dvd. Gabriel estaba a su lado, quieto, esperando que despertara, y ella tenía apoyada la cabeza en su hombro sin darse cuenta.
De repente, hubo un tiroteo en la película y Kiara despertó asustada, él la miró fijamente, con sus caras a escasos centímetros una de la otra. Pero al ver donde estaba apoyada, se levantó del sofá inmediatamente, y disculpándose fue hasta la cocina. Dio vuelta alrededor de la mesada del desayunador maldiciendo por su estupidez. Se hubiera quedado apoyada, y como tontita hubiera batido las pestañas somnolienta para seducirlo, pero no… la muy idiota salió huyendo despavorida. ¡Imbécil, imbécil! Se dijo a sí misma.
Al volver, trajo helado de postre, y no volvió a tocar el tema. Él tampoco lo hizo, como si no hubiera ocurrido nada, algo que realmente ocurrió: nada.
Habían pasado casi tres meses desde que se conocieron, y Kiara estaba desilusionada y expectante, pero igual seguía con su vida normal, tratando de entender qué es lo que estaba pasando entre ellos.

—¡Buraco ! —gritó Luana deshaciéndose de todas sus cartas sobre la mesa.
—¡Mierda! —bufó Kiara tirando su mazo a un costado.
—¡Somos invencibles! —dijo Almudena levantando las manos para festejar el triunfo. Luana se incorporó y chocó las palmas con ella, riendo.
Armando, que hacía pareja con Kiara, se quedó sentado cruzando los brazos y maldiciendo en voz baja.
Era un grupo muy bochinchero, que algunos domingos jugaban a las cartas en casa de Kiara. Se habían formado dos mesas y los otros cuatro jugadores todavía no habían terminado la partida, como para continuar el torneo amistoso que habían empezado.
Formaban parte de él tres varones y cinco mujeres, los tres miembros masculinos del grupo eran homosexuales, y una de las chicas también. Se habían conocido en su juventud, y a pesar de que sus caminos habían tomado rumbos diferentes, seguían reuniéndose por lo menos dos veces al mes para jugar, aunque jamás apostaban dinero, lo hacían solo por diversión y el placer de encontrarse.
De las cinco amigas que conocemos, solo a tres de ellas les gustaba jugar: Kiara, Luana y Lisette. Patricio había acompañado a Luana solo para verla divertirse, porque no jugaba. Estaba acostado en una hamaca leyendo un libro y miraba sonriente a su mujer saltando contenta por el triunfo.
En ese momento sonó el celular de Kiara.
—¡Es Gabriel, silencio! —dijo tratando de que se callaran.
Nadie le hizo caso, por supuesto, por lo que tuvo que salir de la galería hacia la piscina para poder hablar con él. Al rato volvió, anunciando:
—Viene para aquí.
—Se va a aburrir como una ostra —dijo Felipe riendo—, puedo ofrecerle mi regazo para evitarle el sufrimiento.
—Tranquiliza tus manos, pulpo —amenazó Kiara—. Si alguien va a sentarse en el regazo de alguien, seré yo… en el de él.
—¡Te gané de mano! —contestó Luana riendo ya sentada en las piernas de Patricio, mimándolo.
—Ustedes dos van a romper mi preciosa hamaca —dijo Kiara riendo—. Le dije a Gabriel que hoy se pagaba entrada en mi casa. Va a traer dos kilos de helado.
Todos aplaudieron, pero cuando el susodicho llegó con el postre Patricio le abrió la puerta y nadie le prestó atención, porque todos estaban concentrados en sus partidas de buraco, que había vuelto a empezar.
Solo le hicieron señas con la mano, saludándolo, y él se acercó a Kiara y le dio un beso en la mejilla. Ella sonrió, le dijo que estaba en su casa e hiciera lo que quisiera, y siguió jugando.
Patricio tuvo que hacer de anfitrión:
—Lo siento, Gabriel… están en trance buraquil en este momento. Pongamos el helado en la congeladora y vamos a tomarnos unas cervezas y meternos a la pileta, porque te aseguro que aquí nadie nos hará caso hasta que terminen la partida.
No era la primera vez que Gabriel se reunía con ese grupo, ya los conocía a todos. Fueron con Patricio hasta la piscina, llevaron una pequeña conservadora con cervezas y se dispusieron a relajarse en el agua y tomar sol, conversando.
De repente, una hora después, cuando ya el sol estaba bajando en el horizonte, escucharon los gritos de júbilo de Luana y Almudena festejando la victoria.
Ambos sonrieron mirándolos.
—Es un grupo bastante extraño… ¿no? —dijo Gabriel.
—Sí… tengo entendido que se conocieron en épocas de facultad, aunque todos tenían carreras diferentes, pero congeniaron y salían a divertirse a la noche. Ahora encontraron esta pequeña actividad para reunirse de vez en cuando.
—Los varones… son bastante, mmm… raros.
Patricio rió.
—Son gays, los tres… y creo que Almudena también. Luana salía con ellos cuando era joven y la pasaba muy bien, nunca les preguntó sus preferencias, no le importaba, hasta que un día, uno a uno fueron contándoles, y se destapó la olla. Creo que cuando Kiara se divorció unos años después, fue el grupo más cómodo que encontró para empezar a salir sin su marido.
—Es de suponer, según las mujeres, los homosexuales son los mejores amigos. Por cierto, te agradezco que me la hayas presentado… a Kiara, me refiero.
—Parece que se llevan muy bien —quería saber más, sonsacarle algo, ya que Luana siempre se quejaba de la relación extrañamente platónica que tenían—. Me alegro haber sido útil, sobre todo porque Kiara te sacó de tu encierro, amigo.
—Sí, es hora de continuar con mi vida —y cambió de tema suspirando— ¿Otra cerveza?
Patricio ya no pudo seguir sonsacándole nada, y ese fue el momento que todos los demás eligieron para tirarse al agua.
Se formó una oleada que desbordó la piscina luego de que todos se zambulleron. Kiara se sentó al lado de Gabriel al borde, sonriendo y él le ofreció su latita para que bebiera. Luana, por supuesto, se acercó a Patricio y se colgó de sus hombros, besándolo apasionadamente.
—¿Ganaste, mi amor? —preguntó él contra su boca.
—Por supuesto… Almudena y yo somos invencibles —se vanaglorió.
—¿Y tú, en qué puesto quedaste? —interrogó Gabriel.
—Mmmm, Armando y yo quedamos en tercer lugar —dijo Kiara haciendo un puchero gracioso—, pero no te creas, a veces ganamos.
—¡Claro! Cuando yo no puedo venir —respondió riendo Luana, y Kiara le tiró agua en la cara, falsamente enojada.
Patricio le limpió el rostro con una toalla y se miraron sonriendo, ella delineó un «te amo» con sus labios, y él le correspondió con algo así como un «ditto» y se dieron un suave beso en los labios.
En ese momento Kiara miró a Gabriel y sonrió, avergonzada. Él desvió la vista y buscó otra lata de cerveza agachándose ligeramente y volteando su torso hacia la conservadora. Los músculos de sus brazos se tensaron, y ella pudo ver el inicio de sus nalgas bajo el short de baño que tenía puesto.
¡Santo cielos! Que ganas tenía de hacer lo mismo que Luana y Patricio. Gabriel tenía un físico espectacular para su edad, era delgado pero bastante musculado. Se notaba que hacía ejercicios todos los días y se cuidaba mucho.
Unas gotas de agua se deslizaron por el torso de Gabriel y ella siguió el movimiento hipnotizada, hasta que el agua se perdió debajo de su short de baño. Lo deseaba, se moría de ganas de tocarlo… ¿qué podía hacer?
Estaba tan inmersa en sus turbios pensamientos, que no se dio cuenta que uno de sus amigos estaba hablándole.
—¡Kiara! —gritó Felipe, sacudiéndola.
—¿Eh? Disculpa… ¿qué dijiste? —preguntó aturdida y con el corazón bombeándole descontrolado— Lo siento, estaba en la luna.
Luana sonrió, mirándola con una sonrisa cómplice.
—Te decía que voy a festejar mi cumpleaños en la quinta de Piribebuy , y quiero que vengas.
—¡Por supuesto! No me lo perdería por nada del mundo —contestó sin pensarlo dos veces.
—Sábado y domingo, nena. Todo el grupo va a ir —continuó Felipe, y miró a Gabriel—: tú también estás invitado.
—¿Y dónde se supone que vamos a dormir? —preguntó Patricio— ¿Hay algún buen hotel en la zona?
Eso, pensó Kiara confundida. ¿Dónde… y cómo?
—Era la casa de mis padres en vida —dijo Felipe—, es enorme y ahora solo la usamos ocasionalmente, cuando alguno de los hermanos quiere ir a pasar un fin de semana. Tiene cuatro habitaciones. Dejaré que duermas con tu adorada musa en una de las suites matrimoniales, potentado… estarás cómodo —terminó riendo.
—¿Y el resto? —preguntó Almudena.
—Nos arreglaremos —aseguró Felipe—. Hay otra suite más pequeña y dos habitaciones muy amplias llenas de camas con un baño compartido. En una dormiremos los varones y en otra las mujeres… y podemos dejar la otra suite para que esta parejita la disfrute —dijo mirando a Kiara y Gabriel.
Kiara abrió los ojos como platos, sonrojándose completamente.
El semblante de Gabriel era indescifrable, como todo en él.

Continuará...

0 comentarios:

Publicar un comentario

CLTTR

Soy miembro del Club de Lectura "Todo tiene Romance"... Únete y lee libros gratuitos!

Entradas populares

IBSN

IBSN
Blog Registrado
Grace Lloper®. Con la tecnología de Blogger.