Te amo, pero... (Capítulo 07)

martes, 23 de abril de 2013

EXTRAÑAS REACCIONES

La comunicación definitivamente no era una de la virtudes que alguno de los dos fomentara. Él no volvió a tocar el tema, y ella tampoco.
Esa mañana al despertar, Kiara se levantó en silencio y bajó sin hacer ruido.
Pensaba tomar un taxi, pero encontró a Paulino desayunando a pesar de ser tan temprano. Con amabilidad, el secretario ofreció llevarla a su casa.
—¿El inge sigue durmiendo? —preguntó con una sonrisa pícara.
—S-sí, así es —respondió Kiara sin dar otra explicación. Al parecer el joven pensaba que había algo entre ellos, no lo desmintió, no tenía por qué hacerlo. Era un tema privado.
—¿Quiere desayunar, señora?
—No, gracias Paulino. Y por favor, llámame Kiara.
Motitas entró a la cocina en ese momento y la saludó con claras muestras de afecto, ella le correspondió, y riendo se despidió del cariñoso animal.
Subieron a la camioneta de Paulino y partieron hacia su casa.
—¿Hace mucho conoces a Gabriel? —preguntó Kiara para romper el hielo.
—Sí, solo tenía 12 años cuando lo conocí, y vivo en su casa desde esa época —al parecer el secretario era todo lo contrario a su jefe: muy comunicativo, porque no tuvo que preguntarle nada más, le contó todo lo que quería saber—, ahora tengo 22 años. Él se hizo cargo de mí, me obligó a terminar el colegio, y ahora estoy estudiando para ser ingeniero, como él. Voy lento… pero en algún momento lo terminaré.
—Lo aprecias mucho, por lo que veo.
—Es como un segundo padre para mí, señora. Le debo todo lo que soy, es una excelente persona, el mejor hombre que conozco. Yo provengo de una familia muy humilde, ellos no podían mantenerme… si no fuera por el ingeniero, no sé qué habría sido de mi vida. Él y su esposa me acogieron, me educaron, me dieron techo y comida. Y bueno, ahora trabajo para él. Incluso me paga… ¿qué más podría desear?
"Él y su esposa", pensó Kiara. Paulino podía ser una fuente inagotable de información si ella quisiera, pero no se aprovecharía de esa situación, sería muy desubicado de su parte.
—Me alegro por ti, Paulino.
—Y yo me alegro de que el ingeniero la haya conocido —dijo sonriendo—, estoy sorprendido y contento porque desde que la señora Lily y su hijo Tomás murieron él nunca había traído a nadie a su casa.
Kiara se tensó… ¡había tenido un hijo! Santo cielos, quería hacerle mil preguntas al secretario, pero no debía. Era algo que Gabriel tenía que contarle.
—Eso solo debe significar que usted es importante para él —continuó hablando Paulino—, y me pone muy feliz que por fin esté recuperándose. Ya llegamos, señora —anunció y estacionó el vehículo frente a su casa.
—Muchas gracias, fue un gusto conocerte.
—Igualmente, señora… que tenga un buen día.
Kiara fue directamente a su habitación, se desnudó, se puso una camiseta larga y se metió a la cama de nuevo. Normalmente dormía hasta tarde los sábados, y apenas eran las siete de la mañana. Encendió el televisor y empezó a hacer zapping.
Pero no veía nada, solo podía imaginar el dolor que Gabriel sintió al perder a su familia… ¡a su hijo! Esa tortura era un sentimiento que ningún padre debería pasar. Se estremeció de solo pensarlo.
¡Qué estúpidas somos las mujeres! Pensó… allí estaba, sufriendo por lo que él pudo haber pasado, deseando poder consolarlo y ayudarlo a sanar sus heridas. Se abrazó a su almohada y suspiró. ¿Por qué le afectaba tanto? ¿Se estaba enamorando de Gabriel? ¿Sería posible? Ni siquiera la había besado, y era tan serio e introvertido, tan diferente a ella.
Apenas podía descifrar algún que otro sentimiento en sus facciones. Recordó su sonrisa en contadas ocasiones, la forma en que la había afectado. Sus pequeños toques, cuando la había tomado de la mano o se había acercado a ella. Y anoche… cuando la había abrazado. Quizás si eso ocurría constantemente no se hubiera sentido tan afectada, pero con él hasta el más pequeño movimiento la emocionaba.
Parezco una adolescente enamorada, pensó.
Estaba a punto de dormirse de nuevo, cuando sintió el pitido de un mensaje de texto en su celular.
«Me hubiera gustado encontrarte a mi lado cuando desperté. ¿Cómo te fuiste?»
¡Oh, Gabriel! Tan dulce y tan parco a la vez.
«Paulino me trajo, no te preocupes», le contestó.
«Ok. Que tengas un buen día. Si necesitas movilidad, avísame»
«Gracias, me traen el auto al mediodía. Voy a dormir un poco más ahora»
«Feliz de ti. Dulces sueños»
Estaba a punto de ser osada y responderle: "Espero que el sueño sea tan húmedo como anoche, no fue una pesadilla…", pero no se animó. Borró el mensaje y solo escribió:
«Grax, hablamos»
Tiró su celular al otro lado de la cama y con el corazón palpitándole rápidamente escondió la cabeza debajo de la almohada, gritando su frustración.
¿Por qué no podía ser con él tan osada como solía serlo con otros? A su lado se sentía tímida y temerosa de meter la pata. ¡Mierda! No había otra explicación: estaba enamorándose de él… como una idiota adolescente.

—Les juro chicas que ya no sé más que hacer —se quejaba Kiara a sus amigas esa misma tarde cuando estaban merendando juntas.
No les contó lo que había pasado la noche anterior, ni tampoco la noche que pasaron en Piribebuy, le daba extrema vergüenza aceptar que había dormido con él dos veces… ¡y no había pasado nada!
—A mí me parece que Gabriel no es para ti, te soy sincera —dijo Lisette.
—¿Por qué lo dices?
—Porque tú eres… no sé, eres… apasionada, sin ser libertina eres una mujer muy liberal, te gusta el sexo… y él, que se yo… parece tan formal. Me da la impresión que a la larga te aburrirías. Creo que no pegan ni con cola sus personalidades.
—Los opuestos se atraen —dijo Luana—. Yo creo que pueden llegar a entenderse, que sea formal no significa que no pueda tocar una buena melodía con su instrumento, o que no sepa cómo afinar las cuerdas de otro.
Todas rieron con su ocurrencia.
—Mmmm, no sé —esta vez fue Sannie quien dio su opinión—, normalmente la personalidad viene atada a su desempeño. Si es tan serio… seguro arrastrará eso a la cama.
—Mi ex marido es muy serio —dijo Susana frunciendo el ceño—, y se desempeñaba muy bien en la cama, no creo que eso tenga nada que ver. Además de lo que dijo Luana, yo creo que los opuestos no solo se atraen, sino que también se complementan muy bien a veces.
—Dos a dos… no voy a ir a ningún lado si tienen opiniones tan divididas —respondió Kiara riendo—. La verdad es que ninguna de ustedes lo conoce bien, les puedo asegurar que es un tipazo. No sé si ya estaré vieja y me fijo en otras cosas que antes me pasaban desapercibidas, pero encuentro en él demasiadas cualidades que me gustan: es atento, caballeroso, es dulce aunque no lo parece, crió a un niño que no es su hijo, lo educó, le da un techo, comida, trabajo y estudios universitarios. Ahora ya tiene 22 años, pero vive con él.
—No sabía eso —dijo Luana.
—Bueno, yo solo me enteré ayer —contó Kiara—, y no solo eso, también me enteré que tuvo un hijo. Al parecer murió junto a su esposa.
—¡Kiara, eso es de público conocimiento! —respondió Lisette, que como siempre, estaba enterada de todos los chismes sociales.
—Pues yo no lo sabía —se defendió Kiara.
Las demás aceptaron que también desconocían esa situación.
—Se publicó en todos los periódicos —relató Lisette—, un borracho embistió con su camioneta el auto de Gabriel cerca de medianoche. Estaban los tres, el niño murió al instante, su señora falleció en el sanatorio dos o tres días después y él salió ileso. Lily era sobrina de la ex esposa de Alfredo, nosotros estábamos empezando a salir en esa época, no lo acompañé, pero él me contó todo.
—¡Qué terrible! —dijo Kiara tapándose la cara— No me puedo imaginar lo que habrá sufrido…
—…y lo culpable que se debe sentir —terminó la frase Lisette—, Gabriel manejaba el auto.
—Pero él no tuvo la culpa, el borracho… —dijo Luana defendiéndolo.
—¡Santo cielos! Esto es más complicado de lo que me gustaría —aceptó Kiara gimiendo—, a nuestra edad es evidente que cada uno de nosotros lleva más equipaje del que debería, pero el suyo debe ser muy, muy pesado… ¿en qué lio me metí? Y ya estoy involucrada hasta la coronilla.
—Las heridas sanan, Kiara —dijo Susana apoyando una mano sobre su hombro en señal de apoyo—. Y ya pasaron más de tres años, él debe haberlo superado, no te preocupes.
—¿Y si no lo hizo? ¿Si todavía está enamorado de su esposa muerta? —Kiara suspiró desesperada— Es más sencillo competir contra una mujer viva que contra recuerdos, más aún si son buenos. Cabe la posibilidad incluso que él haya creado un altar con la imagen de su esposa en su memoria.
—¿Conoces su casa? —preguntó Lisette— Hay hombres que no se deshacen de los recuerdos, esa sería una mala señal.
—Hace unos meses vendió la casa donde vivía con su ex, se mudó a un hermoso chalet nuevo en el barrio Mburucuyá. No vi nada que la recuerde, ni siquiera un marco con alguna foto.
—Bueno, esa es una buena referencia —dijo Sannie.
—Sí, me dijo que para cerrar definitivamente una etapa, debes deshacerte de todos los recuerdos anteriores.
—¡Bien por él! —contestó Lisette aplaudiendo—. Cuando murió César yo hice lo mismo —se refería a un ex novio que también había fallecido en un accidente automovilístico— si bien no vivíamos juntos por los motivos que ya conocen, mi departamento estaba lleno de recuerdos, así que lo primero que hice fue mudarme. Le tomó mucho más tiempo a Gabriel por lo que cuentas, pero es una excelente iniciativa para su proceso de curación.
—Tú… ¿te recuperaste totalmente? —preguntó dudando.
—Claro que sí, amiga —respondió tomándola de la mano—. Siempre lo recuerdo con cariño, pero ya es solo eso… un lindo recuerdo.
Luana se calló, pero pensó que no era lo mismo perder a un novio que a una familia, más aun a un hijo. No dijo nada, no quería echar más leña al fuego, y Kiara no necesitaba que le diera preocupaciones extras, ya estaba suficientemente confundida.
Por suerte, Susana cambió de tema, y al final de la tarde decidieron que esa sería una «noche de solteras». Aprovechando que el novio de Lisette –el más celoso entre todos– estaba de viaje, salieron todas juntas, fueron a cenar y luego a un pub, donde bebieron más de la cuenta, terminaron todas en una discoteca bailando entre ellas, divirtiéndose.
No vio a Gabriel en todo el fin de semana.

Ramiro, el hijo de Kiara, llegó el miércoles de la siguiente semana. Ella estaba feliz de recibirlo a pesar de que solo se quedaría diez días. Había venido para el cumpleaños de su padre, y al día siguiente de su llegada salieron a cenar entre los tres.
Adrián los invitó y fueron a un hermoso restaurante que estaba muy de moda. Estaban cenando, compartiendo anécdotas divertidas y riendo, cuando Kiara vio llegar a Gabriel al mismo restaurante.
Se le heló la sangre y todo rastro de sonrisa desapareció de su rostro.
—¿Te pasa algo, mamá? —preguntó Ramiro siguiendo el mismo rastro de la mirada de su madre.
—N-no, mi vida —dijo vacilante, desviando la vista.
Adrián hizo una mueca cínica con su boca, una media sonrisa ladeada, ya que había reconocido al supuesto novio de su ex esposa.
Gabriel pasó muy cerca de donde ellos estaban sin notar su presencia, ubicándose a tres mesas de distancia. Caballero como era, ayudó a sentarse a su acompañante… ¡una mujer! Mayor que él, pero bastante atractiva, por cierto. Y cuando se dirigió hacia su silla, vio a Kiara.
Sus miradas se encontraron. Se notó la sorpresa en su rostro, pero cambió de expresión al instante y sonrió educadamente saludándola con la cabeza. Le dijo algo a su acompañante y se dirigió hacia ella.
¡Dios Santo! Estaba caminando hacia su mesa.
Kiara se tensó.
¡No, no, no! No te acerques, quédate… sé maleducado por una sola vez en tu vida, pensó.
—Hola, Kiara —saludó con expresión indescifrable.
—¡Ah, hola Gabriel! —contestó sonriendo nerviosa y se incorporó para saludarlo con dos besos en las mejillas, como era usual.
Hubo un silencio incómodo en ese momento, pero ella reaccionó al instante, haciendo las presentaciones pertinentes.
—Un gusto conocerte, Ramiro… tu mamá me ha hablado mucho de ti.
—Un placer, señor —contestó el joven.
—Qué raro, Kiara nunca nos habló de ti… —mintió Adrián, especialista en crear situaciones complicadas, no tenía malas intenciones, pero se divertía tomándole el pelo a la gente— ¿de dónde se conocen?
—¡Adrián! Claro que lo mencioné, es un muy buen amigo —dijo Kiara tratando de arreglar la situación—, nos conocimos en casa de Patricio hace cuatro meses.
—Yo estoy viviendo en el extranjero la misma cantidad de tiempo —interrumpió Ramiro sonriendo—, así que quedo absuelto de todo.
—Espero que estés logrando éxitos en tus estudios —dijo Gabriel cambiando de tema, sin seguirle el juego a Adrián—, ahora me despido, solo vine a saludar.
—Muy educado de tu parte, gracias —contestó Adrián con expresión cínica.
Kiara le dio una patada a su ex marido bajo la mesa y sonrió nerviosa.
—Buenas noches Kiara… Ramiro, un placer conocerte —y miró a Adrián, a quien solo le hizo un ademán con la cabeza, despidiéndose.
—¡Ay, que educadito! —dijo Adrián burlándose cuando Gabriel se retiró.
—Eres un bastardo desgraciado, como siempre —contestó Kiara enojada.
Ramiro rió, porque sabía que su madre no lo decía en serio.
—¿A qué viene todo esto? —preguntó el joven.
—Mmmm, ese es el nuevo novio de tu mamá —contó con una sonrisa pícara.
—¡No es mi novio! Ya te lo dije —contestó entre dientes—. No le creas nada, Ramiro… sabes cómo es tu padre.
—Te está metiendo los cuernos, Negra —dijo Adrián riéndose a carcajadas al ver que se sentaba en la misma mesa de una mujer.
—Deja de burlarte, papá —interrumpió el joven al ver lo turbada que estaba su madre—. Mejor sigamos con lo nuestro… ya les dije, quiero hacer ese curso, solo depende de ustedes… estaría un año más fuera.
Kiara delineó un «gracias» con sus labios a su hijo y siguieron conversando sobre sus planes de estudio; al fin y al cabo, para eso habían ido a cenar.
Hubo miradas solapadas entre ellos todo el resto de la noche.
Kiara llegó a su casa cerca de medianoche, se despidió de Ramiro que se metió a su habitación. Al cambiarse y revisar su celular encontró un mensaje de Gabriel, hacía quince minutos se lo había enviado:
«Estabas hermosa, pero fue una situación muy incómoda… ¿no crees?»
Ella todavía estaba molesta, ni siquiera sabía el motivo, porque él no debía justificarse, no tenían nada.
«Gracias, y sí… bastante», respondió parca.
Él: «Quiero que sepas que solo fue una cena de negocios para mí»
Ella: «No tienes que darme explicaciones, Gabriel»
Él: «Lo sé, pero quiero hacerlo»
¿Qué podía contestarle? Haberlo visto con otra fue muy fuerte para ella, se sintió mal el resto de la noche, como si él realmente le estuviera siendo infiel. Y no tenía ningún derecho a sentirse así.
Ella: «Gracias… eres muy atento, como siempre»
Él: «Pero… ¿es eso lo que necesitas? ¿Alguien atento y predecible?»
Por lo visto Gabriel también tenía sus dudas con respecto a ella, pensó.
Ella: «Tú no eres absolutamente predecible»
Él: «Me alegra saberlo, no quiero aburrirte»
Ella: «Nunca me a-burro contigo… siempre me a-caballo», bromeó para distender el ambiente.
Él: « Gracias por hacerme reír…. que duermas bien»
Sueña conmigo, pensó Kiara.
Ella: «Dulces sueños», escribió.
Se acomodó en la cama y suspiró. Gabriel se estaba soltando un poco más, pero como siempre solo por mensaje de texto.
Cuando estaba a punto de dormir, luego de más de media hora dando vueltas y vueltas en la cama, escuchó otro pitido en su celular:
«Me gustaría que estuvieras aquí, conmigo»
Estoy soñando de nuevo, pensó… y durmió con una sonrisa en la cara.

Lo primero que Kiara hizo al despertar el día siguiente fue revisar su celular, había tenido un sueño… ¿o realmente ocurrió?
Rió a carcajadas cuando leyó el último SMS.
No fue un sueño… él le había enviado un mensaje cerca de la una de la madrugada, por lo visto también tenía problemas para dormir. ¡Y estaba pensando en ella! Le dio a entender que la quería… en su cama, porque se suponía que era allí donde estaba a esa hora.
Se abrazó a la almohada y suspiró, feliz.
No sabía que contestarle, así que decidió hacerlo en la oficina, ya que se le había hecho tarde.
Se bañó, se vistió, desayunó a las apuradas y fue directo al trabajo.
Su jefe había estado de viaje, pero ese día volvió y estaba particularmente irritable, no le dio tiempo para hacer nada más que ir de un lado a otro resolviendo todos los conflictos que el "mandamás" le puso en su camino.
Y por si eso fuera poco, pasando el mediodía –todavía sin haber podido probar bocado– la llamó María, su empleada doméstica, anunciándole que una ambulancia estaba llevando a su hijo al sanatorio con terribles dolores de estómago.
Pidió permiso y literalmente "voló" hasta el hospital.
Llamó a Adrián y le comunicó lo que estaba pasando: a Ramiro tenían que operarlo de apendicitis aguda.
—Me duele, mamá —dijo el joven quejándose.
—Ya te sedaron, mi vida… te pasará pronto —contestó tomándolo de la mano—. Te operarán y estarás bien, menos mal que te pasó aquí y no en Venezuela, así podremos cuidarte.
Mientras todo esto ocurría, Gabriel estaba pensativo en su oficina. Tomó el sándwich que su secretaria le había traído y giró su sillón gerencial hacia la ventana, dándole un mordisco.
No me contestó, pensó.
La noche anterior no le había preocupado eso, porque se imaginó que estaría dormida, pero había tenido casi todo el día para responder su mensaje y no lo hizo. Miró su celular y el SMS estaba marcado como "recibido".
Él no era una persona tímida; era serio, cierto… pero nunca tuvo problemas para relacionarse con las mujeres. Cuando la conoció le gustó, pero por las experiencias que había tenido esos últimos años desde que su esposa murió –situaciones terribles que lo marcaron a fuego–, decidió que iría despacio con ella. Luego se presentó otro problema que no había previsto, y extendió aún más el tiempo de "conocimiento" que él mismo se había impuesto.
Pero creía que ya había llegado el momento de hacer algún movimiento.
Había dado un primer paso… en varias ocasiones, algunas solapadas, pero ella no parecía especialmente interesada. Incluso a veces aparentaba estar sobresaltada o nerviosa, como esa noche cuando la abrazó en la cama… no pareció disfrutarlo, estuvo muy tensa.
Pero cabía tan bien en sus brazos, sus cuerpos se acoplaban a la perfección. Sería maravilloso sentirla, su aroma lo volvía loco, su alegría de vivir hacía que su gris existencia se tornara de todos los colores. Era extrovertida y estaba siempre rodeada de amigos, todo lo contrario a él. Todo lo contrario a Lily también.
Suspiró al recordarla, porque hacerlo siempre estaba ligado a otro recuerdo: Tomás. No fue fácil recuperarse de la pérdida de su esposa, aunque lo hizo y hoy no era más que un hermoso recuerdo; pero era imposible reponerse de la muerte de su hijo. Tendría que vivir toda la vida con ese dolor, que ya era parte de él, se había acostumbrado.
Pero… ¿qué iba a hacer con Kiara? Cuando la vio con su ex marido se sintió desorientado por los sentimientos irreconocibles que experimentó. Algo extraño, que nunca le había pasado. Él no era celoso, sin embargo con ella se sentía posesivo; y al parecer su ex también.
Kiara le había dejado claro que ya no había nada entre ellos, pero que se llevaban muy bien. Admiraba a las personas que podían ser tan maduras como para relacionarse bien con sus ex parejas, y podía entender que saliera a cenar con su ex y su hijo. Fue la reacción de Adrián la que lo inquietó, trató de rebajar su amistad… a nada importante.
Frunció el ceño, suspiró y el teléfono sonando en ese momento lo sacó de su concentración. Cuando colgó pensó: dejaré que ella dé el siguiente paso, no quiero ser pesado.
Pero Kiara estaba demasiado liada como para hacerlo, recién cerca de medianoche, cuando su hijo ya estaba operado y dormido en la habitación del sanatorio se acordó de Gabriel.
¡Santo cielos! Pensó. Lo dejé colgado con ese hermoso mensaje.
Y le escribió:
«Disculpa que no te haya respondido. Estoy en el sanatorio, Ramiro se operó de urgencia: apendicitis aguda»
«¿Puedo llamarte?», respondió al instante.
«Claro, salgo al pasillo»
Y conversaron, pero no tocaron el tema del mensaje. Ella le contó lo que había pasado, y le explicó que estaría complicada hasta que su hijo se recuperara y se fuera.
—Es totalmente comprensible —respondió Gabriel.
—Menos mal que le ocurrió aquí, imagínate si le hubiera pasado estando solo en Venezuela.
—Un infortunio con suerte… ¿dormirás en el sanatorio?
—Sí, hay una cama para visitantes. No es muy grande ni cómoda, pero servirá, no quiero dejarlo solo a pesar de que está muy bien.
—Me parece correcto, debes acompañarlo… ¿Crees que de este sábado en ocho días ya estará bien?
—¡Claro que sí! Incluso ya estará de vuelta en Venezuela. No es nada grave, fue por laparoscopía, mañana ya le dan de alta… ¿por qué?
—La hija de mi socio se casa… ¿me acompañarías a la boda, Kiara?
—Con mucho gusto, Gabriel —contestó sonriendo de oreja a oreja.

Poco y nada pudieron verse hasta el día de la boda, pero hablaron por teléfono en varias ocasiones. El fin de semana antes del casamiento fue el cumpleaños de Adrián y ella se ofreció a apoyarlo con los preparativos. Susana, que era organizadora de eventos en su tiempo libre también la ayudó.
Los siguientes días dedicó todas las tardes a disfrutar de Ramiro, porque a la noche él no se quedaba en la casa, aprovechaba para salir con sus amigos y divertirse.
Solo una noche salieron a cenar comida tailandesa y cuando Gabriel la estaba dejando, Ramiro estaba llegando. Antes de que su madre bajara del vehículo, su hijo ya le estaba abriendo la puerta de la casa. Saludó al acompañante de Kiara con la mano y no se movió de allí hasta que su madre entró.
—Parece que papá tenía razón… ¿es tu novio? —preguntó sonriendo.
—Todavía no, mi vida… —respondió guiñándole un ojo— pero si me lo pide, no lo pensaría dos veces para aceptarlo.
—¡Ay, mamá! Esas cosas no se piden… —dijo poniendo los ojos en blanco.
Ella rió a carcajadas.
Kiara tenía una excelente relación con Ramiro. Él la acompañó hasta su habitación, curioso por saber más, y mientras su madre se cambiaba, conversaron. Luego se acostó a su lado y vieron la televisión abrazados, hasta que se quedaron dormidos.
Pero la felicidad no dura eternamente, su hijo volvió a Venezuela y a sus estudios la semana siguiente, justo un día antes de la boda a la que tenía que acompañar a Gabriel.
Kiara ya estaba preparada para ese acontecimiento, tenía un hermoso vestido de noche de raso color amarillo-dorado que se había mandado hacer imitando el modelo de Kate Hudson en la película How to lose a guy in 10 days. Solo lo había usado una vez, y él no lo había visto.
Se había ido a la peluquería, donde le hicieron un complicado y hermoso recogido que dejaba mechones de pelo sueltos en el frente, pero la espalda totalmente descubierta, ya que el escote trasero era pronunciado. La maquillaron con maestría. Completó su atuendo con unos zapatos dorados en juego con un pequeño bolso y una gargantilla de oro con pendientes.
Todavía conservaba parte del bronceado del verano, por lo tanto su piel oscura contrastaba con el color claro del vestido, estaba preciosa.
Gabriel casi se desmaya de impresión cuando la vio.
—¡Dios mío, Kiara! Es-estás… deslumbrante.
Ella sonrió pícara y se colgó de su brazo.
—Tú también estás guapísimo —dijo pasando la mano por la solapa de su impecable traje negro—. Parece que nos hubiéramos puesto de acuerdo, tu camisa amarilla y corbata dorada hacen juego con mi vestido.
Y sonriendo, batió las pestañas postizas ante sus ojos en un gesto coqueto… Gabriel la miraba hipnotizado con la boca abierta.
La ayudó a ponerse la suave estola de piel y caminaron hasta el vehículo.
—Me hubiera gustado tener un auto más acorde a tu elegancia esta noche —dijo avergonzado mirando su utilitario nuevo—. Un BMW Z4, por ejemplo.
—Tu camioneta es hermosa… no digas tonterías —contestó pasándole la mano para que la ayudara a subir, ya que era una Dodge RAM bordó de lujo doble cabina, bastante alta.
—Por lo menos la mandé lavar —dijo sonriendo cuando subió a su lado.
Tuvieron que repetir el proceso de subir y bajar varias veces, ya que primero fueron a la iglesia, y luego a la fiesta que se realizaba en la casa de los padres del novio. Bajarla de la camioneta era lo que más disfrutaba el ingeniero, ya que lo hacía tomándola de la cintura, rozando sus cuerpos en el proceso. Ella apoyaba las manos en sus hombros y los bajaba lentamente, acariciándole en el proceso.
Cuando Gabriel estaba firmando el acta de matrimonio como testigo en un apartado de la fiesta acondicionado especialmente para el acontecimiento, Adrián se acercó a ella –que estaba observando el solemne acto– y le dio un beso en el cuello, ella giró la cabeza asustada pero se tranquilizó cuando vio que era él. Kiara sabía que estaría allí, era muy amigo del padre del novio y estaba invitado.
—Estás preciosa, Negra —dijo susurrando en su oído.
—Me asustaste, Flaco —respondió alejándose un poco.
—Así qué… tu novio es testigo —dijo mirando el escritorio bellamente decorado donde Gabriel estaba firmando el libro.
—Sí, la novia es hija de su socio. Y ya te dije que no…
—…que no es tu novio —la interrumpió—. No es lo que parece, no se aparta de ti ni a sol ni a sombra.
Kiara frunció el ceño. Eso era cierto, esa noche Gabriel estaba muy protector, apoyaba la mano de ella en su brazo cuando caminaban, o la sostenía de la cintura cuando conversaban con otras personas.
—Eso se llama caballerosidad… y es algo que a él le sobra.
—Estás con la soga al cuello… ¿eh? —dijo riendo.
—¿Habría algún problema si fuera así? —preguntó mirándolo a los ojos.
—Ninguno, Negra. Me alegro que seas feliz, y el tipo me gusta, por lo menos parece un hombre serio… investigaré sobre él ―anunció con la seguridad de un abogado criminalista.
—No te metas, Flaco y deja de tomarle el pelo —pidió encarecidamente.
—Buenas noches, Adrián —saludó Gabriel llegando hasta ellos.
—Buenas, amigo —respondió más informalmente, estrechándole la mano extendida—. Hola y hasta luego, me esperan en la mesa —y miró a Kiara—. Estás hermosa, Negra —le dio un beso en la mejilla y se alejó.
—¿Negra? —preguntó Gabriel frunciendo el ceño.
—Siempre me llamó así —contestó Kiara sonriendo y colgándose de su brazo—. Creo que ya servirán la cena… ¿nos sentamos?
—Primero pondrán el vals, tengo que sacar a bailar a la novia… ¿me concede una pieza después, hermosa dama? —preguntó sonriendo.
—Por supuesto, caballero —contestó devolviéndole la sonrisa.
Ella no podía dejar de mirarlo cuando sacó a bailar a la hermosa jovencita, no duró ni un minuto, porque enseguida fue relevado por otro hombre, pero estuvo fantástico, y se movía con una gracia innata por la pista.
El corazón de Kiara latía descontrolado cuando se acercó con la mano extendida para que bailara con él. Se movieron por la pista como si estuvieran flotando, y los observadores no sabían si quién llamaba más la atención… o los novios, o ellos. Hacían una pareja espectacular.
Pero la magia se rompió cuando una mujer muy llamativa vestida de rojo se acercó y solicitó bailar con Gabriel. Era normal que los novios cambiaran de pareja varias veces durante el vals nupcial, pero totalmente inusual que una mujer hiciera esa petición a un hombre cualquiera en la pista.
Kiara se quedó parada mirándolos, y Gabriel no sabía qué hacer. Por primera vez lo veía sorprendido y desorientado.
—Disculpa, Analía —dijo él enseguida—, no creo que esto sea apropiado.
Pero Adrián vino a su rescate, solicitando bailar con Kiara.
—No te preocupes, Gabriel… hazlo —dijo sonriendo—, bailaré con Adrián.
Y su ex marido fue quien la hizo girar por la pista en ese momento.
—¡Oh, gracias! —dijo ella visiblemente relajada, luego se tensó—: ¿Quién mierda es esa mujer? ¿La mandaste tú para joderme? —preguntó frunciendo el ceño mientras bailaban. Sería algo muy propio de su ex.
—No, Negra… yo no me relaciono con putas de esa calaña —respondió con el ceño fruncido—, solo estoy rescatándote.
—¿Quién es? —insistió.
—Lía Serafini, la más bandida y promiscua mujer que conozco.
—Llévame a mi mesa, Adrián —pidió nerviosa.
—Sigue la comedia, Negra. Te acompañaré cuando termine el vals.
Una vez que estuvo sentada, observó el ambiente, buscando a Gabriel. Lo vio a un costado de la pista, bastante alejado de donde ella estaba, hablando con la mujer de rojo. No podía ver bien sus facciones, pero por su expresión corporal no parecía estar contento, tenía los brazos cruzados y las piernas ligeramente abiertas mientras escuchaba a la misteriosa mujer.
Ya estaban empezando a servir la cena cuando Gabriel volvió.
—Disculpa, Kiara… no tenía idea que…
—No te preocupes —lo interrumpió—, no es tu culpa.
—Fue totalmente inapropiado, se lo dije.
—Relájate, Gabriel —respondió tocándole el brazo y sonriendo— ¿es alguna antigua novia? —se moría de ganas de averiguar.
Él la miró fijamente.
—Nooo, por supuesto que no —respondió categórico—. Yo… yo nunca tuve otra novia que no sea mi esposa antes de casarnos, Kiara.
—¿Quieres decir que… solo estuviste con una mujer? —eso no podía ser cierto. Se arrepintió apenas hizo la pregunta.
—Mmmm, no… o sea, sí… estuve con otras mujeres… por supuesto; antes de Lily y después —aceptó renuente—, pero ninguna relación fue tan seria como para darle un título así.
En ese momento los interrumpieron cuando el mozo sirvió la cena en su mesa, depositando los platos de comida frente a ellos.
Kiara lo tomó de la mano y se la apretó en señal de comprensión. Él la levantó y le dio un suave beso en el dorso de la palma, soltándola inmediatamente, ya que los demás comensales fueron sentándose a la mesa.
Gabriel no era muy demostrativo, menos aún en público. Sin embargo varias de sus reacciones de un tiempo a esta parte la sorprendieron. Se dio perfectamente cuenta que no le gustaba la amistad que ella tenía con Adrián, pero era educado y no decía nada, tampoco tenía ningún derecho a protestar.
Y ella tampoco podía reaccionar por lo que había pasado con la mujer de rojo, aunque se moría de ganas de saber qué tipo de relación había tenido con su platónico amigo.
Suspiró y se relajó, mirando su apetitoso plato. Tenía hambre, en ese momento decidió que no había nada que ella pudiera hacer, solo divertirse y pasarla bien esa noche.
Y eso haría.

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