Te amo, pero... (Capítulo 05)

martes, 23 de abril de 2013

PASO A PASO...

Cuando Kiara despertó ya eran más de las diez de la mañana. Le costó dormir, era demasiado consciente del cuerpo de Gabriel a centímetros del suyo. Pero una vez que se dio cuenta que él no intentaría nada, se relajó y cayó en un profundo sueño.
Tan profundo, que ni siquiera notó el momento en el que él despertó.
Miró a su costado y abrazó la almohada donde Gabriel había apoyado su cabeza. Todavía conservaba su olor a pinos del bosque, suspiró.
Se levantó, se dio una ducha, se puso el biquini, un short, una remera y salió de la habitación con una toalla en la mano en busca de alguien que haya despertado… o sea, él.
—¡Buen día! —saludó al salir a la galería.
Solo estaban Patricio y su tormento, conversando y tomando tereré .
Ambos la saludaron y se acercó a sentarse con ellos.
—¿Ya desayunaste? —preguntó Gabriel mirándola con intensidad, y recorriendo todo su cuerpo con los ojos.
—Creo que saltaré directo al almuerzo —anunció Kiara.
—No te lo recomiendo —dijo Patricio—, solo Dios sabe a qué hora que despertarán todos.
—Tienes razón, picaré algo… ¿y Luana?
—¿No conoces a tu amiga? Es una dormilona —comentó Patricio riendo.
—Bueno, déjala que aproveche, es fin de semana… trabaja como una burra todos los días, se lo merece.
—¡Por supuesto! No me estoy quejando, solo constato un hecho —respondió Patricio.
—Voy a la cocina… ¿necesitan algo? —preguntó Kiara. Los dos negaron con la cabeza— Bien, vuelvo enseguida.
Se sirvió jugo de naranja y preparó un sándwich de jamón y queso. Cuando estaba volviendo a la galería, escuchó un fragmento de la conversación de los dos hombres, y se quedó callada a un costado de las puertas vidrieras para oír sin ser vista.
—El expediente está parado, y no puedo cobrar a pesar de que el contrato está concluido y la obra acabada —dijo Gabriel.
—¿Por qué motivo? —preguntó Patricio.
—Al parecer se cambió el director del área de facturación, y me piden más dinero para repartir entre los nuevos. Yo me negué, los números no me cierran si tengo que regalarles más plata. Ya de por sí son ladrones de guantes blanco, imagínate lo injusto que sería si todo el trabajo que hice y todo el dinero que invertí para hacerlo fuera solo para que ellos se llenen los bolsillos.
—Así es el sector público, Gabriel. Ya deberías estar acostumbrado.
—Sí… y no. Mira, yo dejé de hacer obras para varias instituciones públicas por ese motivo, sobre todo las que dependen del Ministerio de Hacienda para el cobro. Pero con Itaipú  y Yacyretá nunca tuve problemas, sus desembolsos de dinero son independientes y pagan religiosamente un mes después de la finalización y entrega de la factura.
—¿Se lo comentaste a Kiara? Ella quizás podría ayudarte… conoce al director, es su asistente. De hecho, te la había presentado por ese motivo.
—Yo…
—¡Buen día, buen día, buen díiiia! —saludó Felipe entrando a la sala e interrumpiendo lo que estaba escuchando— ¿Qué haces aquí parada?
—Shhh —lo instó a bajar la voz—, estaba escuchando la conversación de Gabriel y Patricio.
—Mmmm, eso no se hace picarona —contestó acercándose.
—¿Ahh, si? ¿Sabes qué otra cosa no se hace? —preguntó apoyando un dedo en el pecho de Felipe y empujándolo hacia la cocina—. Follar a Armando estando Gabriel… ¡en la misma habitación! ¿Es que te volviste loco, pollita?
—Mierda, solo estábamos jugando… no follamos. Bueno, no hasta que Gabriel se fue —contestó riendo pícaramente— ¿No me digas que de eso están hablando los dos machotes? Me mueeeero…
—N-no… solo de trabajo.
—¡Aprovechaste? —preguntó sonriendo.
—¿Qué cosa? —contestó confundida.
—Que tu escurridizo amante platónico no tenía donde dormir… —y le guiñó un ojo.
—¡Lo planearon ustedes! —gritó, dándole un manotazo en la cabeza— Para que te enteres y te avergüences, anfitrión de cuarta categoría, el pobre hombre durmió en la hamaca muerto de calor y lo devoraron los mosquitos —mintió.
—¡O.M.G. ! Pensamos que iría a tu habitación. ¿Estás seguro que tu amigo tiene sangre en las venas? ¿No le corre agua por si acaso?
—Idiota —murmuró entre dientes. Dio media vuelta y se encaminó hacia la galería de nuevo.
Pero solo tomó su toalla, con el vaso en una mano y el sándwich en la otra, pasó de largo y caminó hacia el arroyo sin dar explicaciones.
Gabriel la miró extrañado, y se quedó callado viéndola contornear sus caderas hasta las piedras, dejó caer la toalla, terminó de comer su bocadillo, bebió del vaso y se desvistió. Acomodó la toalla en el pasto y se acostó. Aprovecharía el sol hasta el mediodía, cerró los ojos y ajena a la intensa mirada del ingeniero, se deleitó con los rayos del sol matutino.
Patricio sonrió al mirar a su amigo.
—¿Puedo preguntarte que mierda estás esperando? —interrogó, arriesgándose a que su amigo lo mandara al carajo.
—¿A qué te refieres? —preguntó confundido.
—A avanzar con Kiara, se nota que te gusta… y me atrevo a asegurar que es recíproco, a pesar de que nadie me lo dijo.
—¿Puedo preguntarte que estás esperando tú también? —retrucó sin contestarle— Estás loco de amor por tu mujer, y tampoco avanzas… ¿para cuándo los confites?
—Tocado —respondió riendo—. A ver… me tomó casi siete meses conseguir que saliéramos, después de otro año todavía no logro convencerla que viva conmigo, pero estoy en eso. Creo que si me das un par de años más… —dijo pensativo levantando los hombros—. Con Luana todo es paso a paso.
—Bueno, quizás ese «paso a paso» es lo que yo también necesito.
Patricio asintió, creyendo comprenderlo.
—¡Buen díiiia! —saludó Felipe sacudiéndose restos de migajas del sándwich que acababa de terminar— Espero que hayan dormido bien.
Los dos hombres correspondieron a su saludo.
—Voy a acompañar a Kiara —anunció el anfitrión, apresurado. No tenía el más mínimo deseo de tener una conversación con Gabriel, no sea que se le antojara sacarle en cara frente a Patricio lo que había pasado la noche anterior. Y con pasos gatunos, se dirigió hacia el arroyo.
Los demás fueron despertando poco a poco.
Ya eran más de las dos de la tarde cuando decidieron almorzar algo ligero. Pusieron en la mesa todo lo que habían llevado y cada uno se preparó su propio bocadillo con carne fría, pollo, huevo, jamón, queso, verduras o cualquier otra mezcla que quisieran, al plato o como sándwich. Había cerveza, jugos de todo tipo y sangría que había sobrado de la noche anterior.
Poco más de una hora después, estaban todos metidos en el arroyo, o tomando sol en la costa.
Kiara y Gabriel estaban acostados en el pasto, sobre sus toallas, uno al lado del otro, disfrutando del calor de la tarde y conversando.
—¿Te gustaría ir a la cascada? —preguntó él.
—Claro —respondió Kiara y se incorporó.
Gabriel la tomó de la mano para ayudarla a cruzar las rocas hasta llegar al arroyo, donde la soltó.
—Es un lugar precioso —dijo él caminando a su lado rumbo a los pequeños saltos naturales—, algún día me gustaría poder comprarme una casa en un sitio parecido. Y no tiene que ser tan grande como ésta.
—No deben ser caras.
—Probablemente no, pero dejaré el proyecto para el futuro, cuando sea más viejo y tenga tiempo de disfrutarla.
—Por supuesto, como ahora estás decrépito —dijo ella riendo.
—A veces me siento un anciano —respondió serio.
—¡Gabriel! ¿Qué dices? —Y se detuvo con las manos en la cintura— Solo tienes… ¿cuánto? ¿43, 44 años? —y se quedó pensativa al descubrir que no sabía su edad exacta.
—En realidad, tengo 41 años —dijo apretando los labios.
—Oh… eres menor que yo —y frunció el ceño—. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
Gabriel sonrió.
—El mes que viene.
—¡¿Có-cómo?! No lo sabía… ¡tenemos que hacer una fiesta para festejarlo! —dijo riendo y saltando a su alrededor— ¡Síii… vamos a organizarlo!
—La verdad es que no me gusta festejar mi cumpleaños, Kiara… olvídalo.
—No, no, no… —respondió negando con la cabeza y levantando el dedo en signo de negación— no permitiré que ese día pase como si nada.
Y continuó caminando relatando todo lo que podían hacer: un asado en casa de Gabriel, salir a cenar y a bailar en grupo, una fogata en las playas de Sanber  con pirotecnia incluida, o quizás…
—Esta es una de las virtudes que más admiro en ti —dijo Gabriel interrumpiéndola.
—¿Cu-cuál? —preguntó descolocada.
—Tu alegría y ganas de vivir la vida, de disfrutar —se sentaron en las rocas, al borde de la cascada—. Siempre estás organizando actividades, rodeada de tus amigos, ajena a las miserias del mundo.
—Bueno, es como elegí vivir. Yo creo que la vida son elecciones —respondió poniéndose seria—, y tuve que tomar muchas. Por ejemplo, separarme de mi familia para vivir aquí, donde no tengo a nadie más que a mi hijo, que ahora tampoco está conmigo. Si no fuera por mis amigos, no sé qué sería de mí. Creo que quizás por eso trato de agasajarlos constantemente.
—Eres una mujer maravillosa —dijo mirándola fijamente—, además de hermosa.
—No me considero hermosa para nada, quizás "vistosa" se ajuste más a mí —contestó sonriendo—, pero gracias por el piropo.
Kiara bajó la vista, porque su mirada la ponía nerviosa. Y tenerlo tan cerca y no poder tocarlo estaba consumiéndola de deseo. Si fuera otro tipo de hombre, más informal y que le gustara menos quizás ella misma ya hubiera dado el primer paso, pero con Gabriel no podía, sentía que se paralizaba. Deseaba que fuera él quien avanzara, necesitaba saber que ella le gustaba de la misma forma antes de que ocurriera algo. No quería echar a perder las cosas.
—La belleza depende del ojo del observador —dijo él tomando un mechón de su pelo y ubicándolo detrás de su oreja—, para mí lo eres, por dentro y por fuera. Además de increíblemente sexi —y ladeó los labios simulando una sonrisa.
—Nunca me habías dicho tantas cosas lindas juntas —el corazón de Kiara empezó a latir descontrolado, porque él estaba muy cerca, sus muslos casi se rozaban, y parecía que cada vez se acercaba más.
—Quizás debería hacerlo más a menudo, para que no te quepa ninguna duda —dijo con una voz tan dulce y aterciopelada, que sus entrañas se encogieron de la emoción.
Todo desapareció alrededor, ni el sol, ni la brisa, ni los sonidos de los pájaros, ni el agua de la cascada salpicándoles… nada era importante, nada parecía interponerse entre ellos, solo una pequeña distancia… que cada vez se acortaba más. Él la miraba fijamente, ella no apartó la vista. Hasta que…
—¡Allí están! —gritó Almudena corriendo hacia ellos seguida por el grupo en pleno, algunos en el arroyo, otros en la costa.
La magia desapareció de repente, dejándolos aturdidos.
Kiara bajó la vista y suspiró, apenas podía respirar. Gabriel cerró los ojos y se recostó contra las rocas para que el agua de la cascada se deslizara por su cuerpo y calmara sus sentidos.
—Les odio con toda mi alma —le dijo Kiara a Luana cuando se sentó a su lado. Gabriel ya estaba dentro del agua con Patricio.
—¿Interrumpimos algo? —preguntó con cara de carnero degollado.
—Estaba a punto de besarme, estoy segura —contestó enojada.
—Lo sieeento. Pero ya habrá otras oportunidades, nena —dijo apretándole el muslo en señal de apoyo.
Ésta era perfecta, pensó Kiara.

Continuará...

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