Teresa - Capítulo 03

miércoles, 6 de octubre de 2010

La fiesta de cumpleaños estaba estupenda. Anna llegó poco después que Teresa con Serena, que había llegado esa tarde. Las tres amigas no se habían separado desde que llegaron, poniéndose al día en las últimas novedades.
—Teresa, dime… ¿cómo te fue con el plan? —preguntó Anna.
—¡Ay, chicas! Creo que está resultando, logré dos avances ya.
—¿Tan pronto? —Se sorprendió Serena, —no hace ni cuatro días que planearon todo.
—¿Qué tipo de avances? —preguntó Anna.
—Ya saben, un beso apasionado, un poco de toqueteo, cosas así. La verdad que hoy cuando veníamos para acá, me sorprendió… —y empezó a contarles a sus amigas lo que ocurrió en el carruaje.
Serena, por supuesto se ruborizó hasta la raíz del pelo, y Anna no podía dejar de reír.
—¿Se puede saber de qué ríen? —preguntó Alex, quién se acercó a su esposa, y cariñoso como siempre, le dio un beso en la mejilla.
—No, mi amor, imposible. —Le dijo Anna todavía riendo, —lastimosamente hay una parte de mi vida que no puedo compartir contigo. Y son las conversaciones con estas dos atorrantas.
—Bueno, en ese caso, ¿me concede este baile, señora mía? —preguntó sin molestarse por la declaración y le tendió la mano.
—Por supuesto, señor. —le contestó Anna mirándolo con adoración.
Teresa y Serena quedaron solas y siguieron conversando.
—Es increíble lo bien que se llevan, ¿no? Me alegro tanto por ellos. —dijo Serena refiriéndose a Alex y Anna.
—Ay, sí, Sere… quisiera que Daniel fuera aunque sea la mitad de cariñoso que Alex. ¡Qué feliz sería!
—Tere, Daniel te quiere, te respeta, es un hombre honorable y un gran partido. Creo que estás siendo injusta con él.
—Puede ser, pero hoy tuve un atisbo de lo que puede llegar a ser, y me gustó mucho, así que persistiré en mi plan. —Teresa miró hacia un punto detrás de su amiga, —Sere, no conozco a ese hombre, pero no deja de mirar para acá, creo que te está mirando a ti. —Cuando Serena iba a voltear, Teresa le ordenó: —¡ni se te ocurra mirar ahora! Espera… se le acerca una mujer, es la creída y aristocrática Mabel, hija de los Durante Meyer. Ahora puedes mirar.
Serena volteó lentamente la cara.
Y sin poder pronunciar una sola palabra, se quedó pálida.
Teresa frunció el seño al ver el semblante de su amiga.
—¿Pasa algo, Sere? ¿Lo conoces?
Serena negó con la cabeza, mirando a otro lado y bajando la vista.
—¿Podemos salir a la terraza, Tere?
—Por supuesto, vamos.
En eso se les unió Daniel.
—Si no les importa, les acompaño, señoritas. —Y tomó el brazo de su prometida.
Serena suspiró de alivio. La presencia de Daniel evitaría que tenga que responder las preguntas de la suspicaz Teresa, que se había dado cuenta de su reacción involuntaria. No quería tocar ese tema, ni ahora ni nunca. Estaba enterrado para siempre.
Una vez en la galería que daba al patio de la propiedad, un amigo de Daniel se acercó a invitar a bailar a Serena, se notaba que ella estaba renuente de volver al salón, pero por educación aceptó.
Olvidándose de su amiga, Teresa tomó de nuevo el brazo de su prometido y hablando de cosas intranscendentes lo guió hasta los escalones que separaban el jardín de la galería.
—¿Damos un paseo por el jardín, Dani?
Al ver todo bien iluminado, accedió gustoso.
—Por supuesto, querida.
Cuando estaba de buen humor era muy fácil y ameno hablar con Teresa. Recorrieron despacio el jardín, ella le contaba algunas anécdotas riendo, y él la miraba embobado. ¡Era tan alegre y abierta!
—Creo que fueron contadas las veces que te vi sonreír, Dani y ninguna vez desde que te conozco te he visto reír de verdad. ¿Hay algo que te haga feliz?
Sin pensarlo dos veces, Daniel respondió:
—Tú me haces feliz, querida.
—Vaya, eso fue muy bonito, —Teresa sonrió, soltó su brazo, tomando su mano y entrelazando los dedos con los suyos, siguieron caminando por el jardín. —¿De verdad te hago feliz? —y se dio la vuelta de frente a él para encararlo.
Sin darse cuenta, habían llegado a una zona del jardín no visible desde la casa, un hermoso y frondoso árbol de mango los tapaba de la vista.
—Por supuesto, Teresa.
Ocurrente como siempre, Teresa le pidió:
—Ponme un apodo cariñoso, Dani. Algo dulce, algo con lo que te sientas cómodo llamándome. —Y subió ambas manos por su pecho, acariciándolo.
—Tere… —el tomó sus manos y las dejó quietas.
—No hace falta que sea ahora, pero yo si tengo un apodo cariñoso para ti, pero debo comprobar antes si se cumple un último requisito para llamarte así. —desató el pañuelo que llevaba al cuello y desabotonó uno a uno los botones de su chaleco ante la mirada atónita de él.
—Querida, ¿qué haces?
Ella se puso de puntillas, y le dijo en un susurro, cerca de su oreja y comisura de sus labios:
—Por favor, déjame comprobar algo, sólo serán dos minutos, luego volvemos. —ella siguió hablándole al oído para desconcentrarlo y seguir con su objetivo: —Eres tan grande, Dani, tan alto y poderoso, me siento tan pequeña a tu lado, tan segura y protegida.
Una vez que hubo logrado lo propuesto, se separó de él un poco y abrió despacio su camisa a la vista, suspirando.
—Ohhh… —el no hizo ademán de cubrirse ni de apartarla, sabía que tenía un buen físico, fuerte y esculpido. —Dani, eres hermoso. —Su pecho estaba cubierto de un suave y espeso vello que se hacía menos abundante a medida que bajaba por su estómago y se perdía dentro del pantalón. Era un hombre muy grande, pero era puro músculos.
—Querida, uno no se refiere al torso de un hombre con el término «hermoso», —increíblemente lo vio sonreír ligeramente, mientras ella aturdida, recorría su pecho con la yema de sus dedos.
—Bueno, «poderoso» entonces, ó «potente y vigoroso». Eres… eres como un gran oso, mi oso peludo, —y acercó su mano a uno de sus pezones planos y lo rozó con la yema de los dedos, él suspiró profundamente, pero la dejó continuar. Sabía que ella necesitaba saciar su gran apetito de conocimiento. Él podía controlarse. Se apoyó contra el árbol y la acercó hacia él.
Ella apoyó la mejilla contra su pecho, sintiendo los fuertes latidos de su corazón, el suave vello acariciándola y su delicioso aroma. Él apoyó la barbilla sobre la frente de ella, abrazándola.
—Si yo soy tu oso, entonces tú serás mi «osita», ¿qué te parece? —Y mientras una de sus manos estaba apoyada en su cintura, la otra subió hasta su nuca y le acarició suavemente la piel del hombro, el cuello y la mejilla, —eres suave, redondeada y mimosa como una osita.
—Me gusta, —le dijo Teresa levantando la vista y mirándolo con los labios muy cerca de los suyos, ligeramente abiertos.
Esta vez él estaba preparado. Ya no lo tomaría por sorpresa.
Bajó suavemente sus labios hasta posarse en los tentadores labios de ella, presionando y moviéndolos ligeramente. Pasando tentativamente su lengua por los carnosos bordes, abriéndola. Sus lenguas danzaron juntas, se buscaron, se reconocieron por segunda vez, mientras ella continuaba con la suave exploración del pecho de él, bajando hasta el estómago, estremeciéndolo con el roce de sus uñas.
Él se apartó suavemente, mirándola a los ojos, y ella se perdió en esa mirada. Era como si se vieran por primera vez en su vida. Estaban descubriendo otras facetas de ellos mismos y eso fascinaba los sentidos de ambos, sobre todo los de ella.
—Osita, debemos parar —le dijo suavemente en un susurro ronco.
—Se siente tan bien. —murmuró ella, jadeante.
—Lo sé, cariño. —«dos palabras cariñosas seguidas, eso era todo un logro», pensó ella. —Iremos descubriendo más cosas juntos, te lo prometo. Pero todo a su  tiempo y en el momento adecuado.
—¿Y eso cuando es?
—Cuando nos casemos, por supuesto. —entonces la apartó suavemente, abotonándose de nuevo la camisa y el chaleco. —Ahora deja que me recupere.
Esas palabras hicieron que Teresa bajara la mirada a su entrepierna, estaba abultada más de lo normal.
Lo había excitado. Sonrió pícaramente.

Ya no tuvieron oportunidad de estar a solas esa noche, al volver a la fiesta se comportó como si nada hubiera pasado. Volvió a ser el Daniel serio y formal. La envió de vuelta a la casa con Anna, Serena y Alex, así como había quedado con su padre, con un casto beso en la mejilla como despedida.
El Daniel del jardín y el de la fiesta parecían dos personas diferentes. Bueno, ya no podía quejarse tanto… ¡Bendita sea la ambigüedad!
De acuerdo a lo conversado con Anna, Alex invitó a Daniel a acompañarlos a “La Esperanza” luego de la fiesta de cumpleaños de Teresa. Daniel agradeció educadamente y prometió tener una respuesta apenas resuelva sus horarios en el banco y coordine sus materias en la facultad.
La semana pasó rápidamente, —mayormente entre preparativos de la fiesta de cumpleaños, —sin que Teresa logre estar a solas de nuevo con él, los únicos momento de intimidad eran cuando se despedían en el zaguán de acceso de la casa de ella.
Cuando la visitaba, Teresa solo esperaba que sean las nueve de la noche para poder estar de nuevo en sus brazos, aunque si bien sus despedidas se volvieron más apasionadas, se notaba que él ponía distancia y minimizaba sus emociones con maestría, tenía un gran control sobre sí mismo, cosa que no podía decirse de ella.
Esa noche, se estaban despidiendo, con un beso contenido, cuando ella le preguntó, muy cerca de sus labios:
—Dani, ¿ya sabes si podrás acompañarnos a La Esperanza?
—Creo que sí, queri… —y sabiendo que a ella le encantaba que le diga frases cariñosas, añadió: —…osita.
—Mmmm, me encanta que me digas así. —Se acurrucó más en sus brazos, sintiendo sus fuertes músculos bajo su seria vestimenta. —Será maravilloso para nosotros estar juntos allá, sin mamá revoloteando a nuestro alrededor a todas horas y sin papá que te de recomendaciones a cada rato.
—Las recomendaciones de tu padre no se me olvidarán solo porque estemos a varios kilómetros de distancia, cariño. Y espero que a ti tampoco. —Se sentía atemorizado por lo que Teresa pueda hacer, sabía que ella estaba tramando algo, por lo que le preguntó: —¿Te portarás bien, querida? Prométemelo.
—Oh sí, mi amor. Te prometo que me portaré «muy bien», —y le ofreció sus labios para que le diera un último beso antes de partir.
La apretó contra él y mirando hacia la puerta, le dio un apasionado beso, sorprendiéndose de las sensaciones maravillosas que sentía al tener a Teresa tan pegada a él, tan cariñosa y dispuesta, tan exquisitamente suave y tierna, tan llena de curvas a pesar de ser tan pequeña.
Satisfecho por el beso y la promesa que le había hecho, Daniel se despidió y subió a su carro.
Complacido por la nueva intimidad que se había creado entre él y su prometida, se relajó pensando: «Será una buena esposa, es una dama, pero también es muy apasionada. Esa es la combinación perfecta»
Se acomodó en el asiento cerrando los ojos, y sus pensamientos siguieron vagando en torno a Teresa. Sería una linda experiencia viajar juntos. Él podía manejar los anhelos de su prometida, su espíritu revoltoso, podía hacerlo, además ella había prometido portarse muy bien.
De repente, abrió los ojos, con expresión asustada.
Ella prometió comportarse, es cierto.
¡Pero Santo cielo!
¡Solo Dios sabía que era «muy bien» para Teresa!

Continuará...

0 comentarios:

Publicar un comentario

CLTTR

Soy miembro del Club de Lectura "Todo tiene Romance"... Únete y lee libros gratuitos!

Entradas populares

IBSN

IBSN
Blog Registrado
Grace Lloper®. Con la tecnología de Blogger.