Atrápame... si puedes - Capítulo 04

jueves, 21 de junio de 2012

El que no corre… vuela

—¿A qué hora viene que nunca la encuentro? —preguntó Patricio a su secretaria casi un mes después, refiriéndose a la arquitecta.
La obra había empezado quince días atrás y él no había logrado verla un solo día. Todas las comunicaciones las hacía por correo electrónico.
—Normalmente dos veces al día, señor, una a la mañana y otra a la tarde. Va directo al patio, termina de fiscalizar el trabajo de su gente y se retira, ni se la siente. Incluso toda la provisión de materiales se hace por un hueco que abrió en la pared del garaje que está conectado al dormitorio de servicio, para no molestarnos. Me dijo que luego lo cerraría.
—Sí, lo vi… parece un fantasma —dijo su jefe fastidiado.
—Pero está quedando muy lindo el espacio, y ella es muy agradable —informó Marcela sonriendo, como dándole el visto bueno a su jefe.
—Mmmm, si la interceptas dile que quiero verla… o avísame cuando está aquí para ir a hablar con ella.
—Lo haré, señor… permiso —y se retiró.
Pero volvió al instante.
—Señor Dionich, la arquitecta está en el patio —informó con una sonrisa.
Patricio asintió sin poder disimular su entusiasmo.
Luana estaba complacida por cómo estaba quedando el proyecto. Los espacios eran generosos y la estructura se había hecho con paredes portantes y un sistema rápido de lista-losa, por lo tanto ya se estaba empezando a techar, al ritmo que llevaba estaría terminado en menos de un mes.
Los detalles, como siempre, eran lo que más tiempo llevaban y entrarían en esa etapa una vez terminada la cobertura y los revoques. Patricio había aprobado por correo electrónico la idea general, pero necesitaba su visto bueno en relación a muchos puntos. Había logrado sortearlo hasta ahora, pero tendría que verlo en algún momento.
—Hola arqui —saludó su nuevo cliente.
—¡Hola Patricio! ¿Cómo estás? —dijo sorprendida— Justo estaba pensando en ti.
—¿En serio? —se acercó y le dio un beso en la mejilla— Me sorprendes, creía que estabas eludiéndome.
—Para nada —contestó riendo—, solo que no quiero molestarte por tonterías, se supone que se contrata un arquitecto para evitar los dolores de cabeza de una construcción. Pero esta vez tendrás que dar tu visto bueno para los detalles, esperaba encontrarte.
—Pues aquí estoy, y tengo tiempo… dime.
—¡González! —dijo llamando a su maestro de obra y dándole la llave de su camioneta— ¿Me traes por favor la caja que está en la valijera? —Y mirándolo de nuevo, lo invitó, burlándose de ella misma—: ¿Pasas a mi oficina?
Lo que ella llamaba su "oficina" no era más que un tablón de madera con un banco largo del mismo material ubicado a un costado de la obra, en un obrador improvisado y desmontable. Allí estaban apoyados varios planos, había reglas, lápices de carpintero y otros materiales.
—Estás avanzando muy rápido —dijo Patricio sentándose en el banco al lado de ella—, me sorprendes.
—Una vez terminamos una casa de dos dormitorios de una sola planta en un mes y medio, esto deberíamos poder acabarlo antes —informó, y le pidió a su ayudante que apoyara la caja en la mesa.
Sacó varias muestras de pisos, azulejos y guardas, así como un muestrario de colores de pintura para que Patricio los aprobara. Estuvieron discutiendo durante media hora sobre las diferentes opciones, hasta que entre los dos decidieron cuál era la mejor combinación.
—Bueno, ya está todo aprobado —dijo Patricio complacido—, me gusta mucho lo que has elegido.
—Gracias —contestó sonriendo—, eres un buen cliente. Normalmente tengo más problemas para complacerlos, algunos son terribles.
—Y tú una excelente profesional —respondió, no pudiendo evitar posar la mano por su espalda y acariciarla. Luana se sobresaltó, él se dio cuenta, pero no dijo nada, ni siquiera dejó de tocarla—. Me gustaría que almorzáramos juntos… ¿puedes?
—Esta vez me toca a mí invitarte, Patricio… ¿recuerdas?
—Jamás lo permitiré —dijo categórico—, no me vuelvas loco, arqui. Sé que te pareceré retrógrado, pero no puedo permitir que una mujer pague, me sentiría un inútil. No me hagas eso, por favor.
Típico, pensó sonriendo.
—De todas formas no puedo, pero gracias por la invitación —y llamó a su ayudante para que llevara de vuelta la caja a su vehículo.
—¿Estás evitándome en serio, no? —preguntó casi malhumorado.
—Sabes lo que opino al respecto.
—Pero ni siquiera me das la opción de ser tu amigo —dijo suspirando—, bueno, aprovechemos este momento entonces. Caminemos por el patio —y la tomó del brazo, estirándola—. Cuéntame que tal van tus otras obras.
—Maravillosamente bien —contestó Luana, y se le iluminó el rostro cuando se lo contaba—, ya conoces el proyecto de los cinco dúplexs que estoy construyendo cerca de aquí —él asintió con la cabeza—. Pues bien, ya se vendieron tres de ellos y todavía no están acabados. Mi cliente español está muy complacido, la obra incluso se terminará con el dinero de las señas de trato. A este paso, tendrá una ganancia de más del 50% de su inversión, en menos de ocho meses.
—Esa es una excelente renta —dijo sorprendido—. Me gustaría ver números al respecto… ¿puedes prepararme un informe?
—Por supuesto —dijo Luana sonriendo y caminando lentamente a su lado—. Y no te sorprendas, el negocio inmobiliario siempre es lucrativo si se analiza bien el mercado. Solo hay que saber elegir la ubicación del terreno y que sea barato, eso es primordial. Y el proyecto debe ajustarse a la idiosincrasia de la gente a la que va dirigida.
—Tienes mucha visión.
—Es mi negocio, Patricio. Pero… ¿tú de verdad estás interesado en esto?
—Depende de los números, arqui… puede llegar a interesarme. ¿Por qué no? Yo creo que no hay que meter todos los huevos en una misma canasta. Y si tengo una asesora de tu calibre, creo que podemos hacer buenos negocios juntos… ¿no crees?
—Te haré un análisis de factibilidad, con mucho gusto. Podemos empezar con dúplexs, y si el negocio es lucrativo para ti, quizás extendernos a condominios o edificios —dijo bajando la vista. Su mirada estaba quemándola por dentro—. Volviendo al quincho, Patricio… ¿quieres presentar los planos de esta obra a la Municipalidad? No hablamos sobre eso…
Y así estuvieron otros quince minutos conversando, hasta que ella informó que tenía que irse.
—¿Cuándo cenarás conmigo? —preguntó Patricio antes de dejarla ir.
Luana lo miró y frunció el labio, suspirando.
—Te llamaré algún día cuando llegue la noche y no caiga desfallecida de cansancio…
—Eso suena a "nunca".
Ella solo sonrió.

Dos semanas después Patricio estaba jugando básquetbol mixto en su club social a la noche, y cuando terminó el partido se acercó a conversar con Susana, su compañera de equipo y amiga.
—Buen juego —dijo.
—¡S-sí, ganamos! A este paso nos llevaremos la copa —contestó riendo—. Ven, Pato… siéntate a mi lado, hace mucho no conversamos, me contó Lua que está haciendo una obra para ti.
—Sí, estoy muy contento con su trabajo, es excelente en lo que hace.
—Lo sé, y muy profesional. Una vez reorganizó las oficinas de la ganadera de mi tío, donde yo trabajo y lo decoró muy bien. Pero cuéntame, sabes que soy una chusma… ¿ella te gusta?
—Mmmm, curiosa —contestó sonriendo—. Eso es algo entre ella y yo.
—Dudo que haya algo que contar de todas formas, no creo que te haga el más mínimo caso.
—¿Dudas de mis dotes de seducción? —preguntó levantando las cejas— No creo ser un partido despreciable, solo dame tiempo.
—No dudo de ti… pero la conozco.
—Y yo a medida que lo hago, la comprendo menos, Susi… —Patricio suspiró— ¿por qué se encierra en sí misma? Es una mujer increíble, pero al parecer no se da cuenta de eso. No sé si tiene algún trauma, si cree que es poca cosa o qué mierda le pasa…
—No tiene nada que ver con eso, Pato. Ella tiene un amor propio enorme, creo que demasiado grande. Te diría que es todo lo contrario, se siente tan bien consigo misma que no necesita otra compañía. Creo que lo que teme es perder su independencia si deja que alguien entre en su vida.
—Llevo más de un mes detrás de ella, ya no sé qué hacer. Hasta estoy invirtiendo una suma astronómica en ese maldito quincho para poder verla y ni siquiera accedió a salir conmigo. Solo logré que almorzáramos juntos una vez… —Patricio la miró y frunció el ceño— ¿Vas a comentarle sobre esta conversación, no? Mejor me callo…
Susana rió a carcajadas.
—No seas tonto, tú eres tan amigo mío como ella, lo que haré será intentar ayudarlos… dime qué quieres que haga.
—¿Puedes conseguir que salga conmigo? —preguntó esperanzado.
—Ni siquiera logro que salga conmigo a menos que sea un almuerzo y esté por mi zona al mediodía. O un café a la tarde a veces, no sale mucho de noche —Y de repente se le iluminó el rostro—. ¿Hoy no es la final de fútbol juvenil?
—Creo que sí… ¿por qué?
—Su hijo juega en el equipo "Octopus", seguro está viendo el partido.
Patricio miró hacia las canchas de fútbol y sonrió.
—Gracias, cariño… si la encuentro, te debo una.
Le dio un beso, tomó su mochila y se dirigió hacia su objetivo.
Y allí estaba su arquitecta, sentada con otras dos mujeres y un hombre, observando el partido. Sin que lo viera, preguntó a unos observadores por el avance de juego y le informaron que estaba en el minuto diez del segundo tiempo. Podía darse una ducha antes de verla, y se dirigió a los vestuarios.
Cuando volvió, Luana se había levantado y estaba apoyada en un árbol a un costado de la cancha… ¿fumando?
Se acercó por el costado.
—No deberías fumar —le dijo en su oído—, hace mal a la salud.
No se sobresaltó, simplemente giró su cabeza y le dijo:
—Seguro lo dejo, solo porque tú me lo aconsejas —contestó irónica.
—Hola mi arqui preferida —y le pasó un brazo por el hombro.
—Hola jefe… ¿tienes otra arqui? No sabía que me estabas metiendo los cuernos. Pensé que era un arquitecto y que tú le metías los cuernos conmigo.
—Así que ya estás enterada —aprovechando que no le pidió que la soltara, siguió abrazándola amistosamente.
—¿Hay algo que en esta ciudad no se sepa? Si estornudamos, sale publicado en la revista del club.
—¿Cuál es tu hijo? —preguntó Patricio mirando hacia la cancha.
—El número diez, el más guapo de todos —contestó riendo.
—Lleva tu apellido —dijo mirando las letras inscriptas en la camiseta que llevaba puesta.
—Por supuesto, yo lo reconocí primero… el que llega último, queda en segundo lugar.
—¿Por qué será que no me sorprende? —dijo él mirándola a los ojos—. Estás muy hermosa hoy, Lua.
—Mentiroso, y tú hueles demasiado bien para mi gusto, así que aléjate de mí —pidió riendo, y separándose de él.
Pero Patricio no le dio tregua:
—No puedes decirme eso y alejarte —la abrazó por detrás y la acercó a su cuerpo, haciéndole cosquillas en el cuello con su aliento—. Tú hueles maravillosamente bien también.
—Te vi jugando —dijo apoyándose en él. Patricio no podía creer que se dejara abrazar—, ¿ganaron?
—Por supuesto… y ahora vine a reclamar mi premio.
—¿Qué es…?
—Una cena contigo, por supuesto.
Luana suspiró, y él aumentó ligeramente la presión de sus brazos alrededor de su cintura y le dio un beso en el hombro. Ella sintió su aliento caliente y se estremeció involuntariamente. No era más que un abrazo amistoso, se dijo a sí misma, pero en su interior sabía lo mucho que lo estaba disfrutando. Hacía un siglo que no se dejaba mimar por un hombre, y se sentía tan bien.
—Deja que le entregue las llaves del auto a mi hijo cuando termine su partido —dijo soltándose y mirándolo—: luego tendrás que llevarme a mi casa… temprano.
—Será todo un placer.

Continuará...

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