Atrápame... si puedes - Capítulo 06

jueves, 21 de junio de 2012

Una decisión… ¿irrevocable?

Luana estaba tirada en su cama con la notebook en la panza, como siempre a la noche, pero no podía concentrarse en lo que estaba haciendo. Como no ocurría hacía mucho tiempo, un hombre ocupaba sus pensamientos, y eso la fastidiaba hasta el punto de ponerla de mal humor.
Suspiró y despotricó contra Patricio por ser tan dulce y amable.
Se imaginaba lo que ocurriría si accedía a sus deseos y no le agradaba el panorama, una noche de sexo equivalía a dos opciones posteriores: él querría seguir frecuentándola y eso alteraría su ordenada y tranquila existencia teniendo que adecuarse a los horarios y gustos de otra persona; o él se sacaría las ganas que aparentemente tenía y cuando ya no la llamara ni la buscara, ella se haría el harakiri mental pensando en qué había hecho mal, y sería otra desilusión en su vida.
No estaba dispuesta a ninguna de las dos opciones.
No era ninguna mojigata, había tenido muchas relaciones en su vida, un par de ellas solo de una noche, las demás un poco más largas, aunque nunca había aguantado más de seis meses en pareja, sobre todo cuando el hombre empezaba con sus celos y exigencias. Solo en el caso de Luciano había durado dos años, pero a él lo había amado como a ninguno, y jamás intentó controlarla. Por supuesto que no, si ella hubiera hecho lo mismo, habría averiguado mucho antes que en realidad no estaba separado, como él le había dicho, sino que era casado.
No quería acordarse de eso, siempre la alteraba.
Lo que no podía dejar de recordar, era la ternura de Patricio al despedirse de ella cuando la dejó frente al portal del edificio donde vivía.
¡Mierda! ¿Por qué no era un bastardo desgraciado como todos los hombres? Sería mucho más fácil evitar caer en la tentación. A pesar de todo era una mujer, y él fue tremendamente dulce.
—Nunca antes te había visto con el pelo suelto —le dijo cuando le abrió la puerta del auto para que bajara— Me encanta, no me lo imaginaba tan largo.
Y tomó un mechón de su cabello, lo acercó a su cara y aspiró una bocanada de aire, suspirando. Luego le acarició la cabeza.
Ella casi se derrite, y en ese momento se olvidó de todo sus propósitos de alejarse de él.
Patricio cerró la puerta y se apoyó suavemente en Luana, presionándola contra su vehículo, bajó lentamente las manos de su cabeza, acarició sus brazos, sin dejar de mirarla en ningún momento. Entrelazó sus dedos con los de ella y apoyó su frente en la suya, haciendo que su nariz la acariciara.
Mientras le besaba suavemente un ojo, luego otro, ella podía sentir su aliento caliente y solo era consciente de su fuerte cuerpo apoyado en el suyo, de su potente erección presionando su entrepierna. Deseaba poder tocarlo, pero era tan agradable sentir sus dedos entrelazados, tan íntimo, que permaneció quieta, esperando algún otro movimiento de su parte.
Patricio subió las manos de Luana hasta su pecho y las apoyó allí, cubriéndolas con una de las suyas, mientras la otra le subía la barbilla para que lo mirase.
—Eres tan hermosa, Lua —dio suavemente.
Y acercó lentamente su boca a la suya.
Luana estaba a punto de explotar. Con el aliento entrecortado, esperó impaciente un apasionado beso… que nunca llegó.
Él solo apoyó los labios en la comisura de los suyos y le dio un dulce beso de despedida.
—Que descanses, cariño.
¡A la mierda Patricio! La dejó allí, temblorosa y deseosa de más. Una táctica espectacular de su parte. Podía haber hecho lo que quisiera en ese momento, ella no se lo hubiera impedido. Sin embargo, se retiró sin darle lo que ambos deseaban.
Era todo un seductor, uno muy peligroso.
Pero ella era muy inteligente, sabía cuál era su juego, y no estaba dispuesta a dejarse seducir. Tomó una decisión: evitarlo a toda costa. No iba a poder dejar de verlo, eso era imposible, pero de ahora en adelante no aceptaría salir de nuevo con él hasta el día que el infierno se congelara.

—Dile a la arquitecta fantasma cuando llegue que quiero verla, que suba —le dijo Patricio a su secretaria, fastidiado.
—Sí, señor —contestó Marcela riendo interiormente.
Y yo pensé que había adelantado algo, se dijo Patricio a si mismo inclinándose en su sillón gerencial. Incluso que la había dejado con ganas de más cuando no le dio el beso que los dos esperaban. Porque sabía que ella lo había deseado, estaba seguro. Y esperaba que eso fuera el comienzo de algo, no el final.
El quincho ya estaba prácticamente terminado y no había logrado verla un solo día después de que cenaran juntos, era como si supiera cuando él no iba a estar para visitar la obra. Lo único que hacía era firmar cheques para ella y cuando hablaban por el celular, siempre estaba ocupada o había ruidos de sierras y golpes de martillo que impedía que hablaran con tranquilidad.
Intentó llamarla a la noche, pero desconectaba su celular y no tenía el número de la línea baja de su casa.
Levantó las hojas impresas del estudio de factibilidad que le había enviado unas semanas atrás y lo releyó. Impresionante, si los números eran ciertos, era un negocio redondo, muy lucrativo, y él tenía el dinero para llevarlo a cabo. Incrementar su capital no haciendo nada más que firmar un cheque quincenal era una idea atractiva, y ella había demostrado que era muy eficiente en lo que hacía, sin necesidad de que estuviera controlando su trabajo.
—Hola Patricio —dijo Luana apoyándose en la puerta de su despacho una hora después.
—Mira tú, mi arquitecta fantasma —contestó levantándose.
Ella sonrió y se acercó.
—¿Algún problema? ¿Tienes alguna queja? —preguntó apoyando su bolso sobre la silla.
—A ver… ¿por dónde empiezo? Tengo una amiga que huye de mí, solo puedo contactar con ella por correo electrónico, incluso me pregunto si realmente existe o si es producto de mi imaginación. Luego miro hacia el patio, veo su obra y me digo: No, ella es real…
—¿Estás conforme, no? —preguntó dudando.
—Por supuesto, cariño, el quincho quedó precioso. Pero no estoy hablando de eso, sino de nosotros…
—No existe un "nosotros", Patricio —afirmó cruzando sus brazos.
—Bueno, probablemente eso sea lo que me fastidia.
Luana suspiró, no quería hablar de ese tema.
—Lo siento, pero no tengo tiempo para hablar de eso ahora… ¿necesitas algo en relación a la obra? Estará terminada en una semana más.
—Sí, quiero hacer la inauguración oficial… ¿puedo programarla para el sábado siguiente a éste?
—Con seguridad —dijo asintiendo—, Susi es organizadora de eventos en su tiempo libre, si quieres puedes pedirle que te lo prepare.
—Buena idea, gracias —la tomó de la mano y la llevó hasta el sofá—. Siéntate, quiero hablar sobre los números que me enviaste.
Estuvieron conversando por más de veinte minutos sobre el proyecto que ella quería llevar a cabo. Él ya estaba convencido, pero disfrutó escuchándola.
—Este es el momento ideal para empezar, Patricio… al menos para mí. Nunca suelo aceptar más de dos obras grandes a la vez, conozco mis limitaciones, y los dúplexs del español se están terminando, el quincho también, así que me quedaré sin trabajo en breve —y con una sonrisa seductora, dijo—: Seré toda tuya.
—Ojalá eso fuera cierto —contestó pasando el brazo por su espalda y acercándola a él—, tenerte para mí solo es mi fantasía recurrente desde hace un tiempo —posó el labio en su cuello y le dio un beso debajo de la oreja.
—Patricio, estamos en tu oficina —dijo Luana tratando de zafarse.
—Si Marcela valora su trabajo, sabe que no tiene que interrumpirnos —la apoyó contra él y siguió prodigando pequeños besos en su cuello, estremeciéndola de la cabeza hasta los pies—, busca un buen terreno, arqui… porque haremos ese proyecto que tienes en mente.
—Ya… ya lo tengo —dijo acariciando su cuello, no podía resistirse.
—Entonces, cómpralo para mí —contestó sacándole el pinche del pelo. El cabello de Luana se deslizó como seda entre sus dedos, enardeciéndolo. Le levantó la barbilla y la miró—: no besarte la otra noche fue una de las cosas más difíciles que hice en mi vida, me moría de ganas, tú también lo deseabas… ¿no? Dime la verdad…
—Yo… eh, quédate quieto —dijo ella. Sus labios estaban tan juntos que podía sentir su respiración contra su boca—, no muevas un solo dedo. Ni siquiera respires, por favor.
—¿Para que puedas huir de nuevo? —preguntó rozando sus labios y pasándole ligeramente la lengua.
—Patricio… me siento como una prostituta, por favor, no sigas —pidió con voz entrecortada.
—¡¿Qué?!
Luana aprovechó su confusión para tomar distancia.
—Todo está demasiado mezclado —dijo confundida—, fíjate en lo que estamos haciendo, decidiendo un proyecto uno en brazos del otro. No quiero que pienses que utilizo la seducción para lograr conseguir este trabajo, me sentiría pésima si así fuera.
—¿Crees que soy tan estúpido como para decidir invertir en tu proyecto solo por calentura? Los números cierran, Luana… una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ya te lo dije mil veces, no mezcles.
—¿No te das cuenta que eres tú el que está mezclando? —Y se levantó del sillón— No quiero este trabajo si existe la más mínima posibilidad de que tenga que pagar por él con mi cuerpo.
—Es espantoso lo que estás diciendo, Lua —dijo enojado.
—Quiero que las cosas queden claras. Piénsalo, Patricio —dijo tomando su bolso— Llámame cuando decidas algo. Tienes los datos del terreno en el análisis de factibilidad, incluso el plano de ubicación, puedes ir a visitarlo.
—Lo haré… ¿le das el número de teléfono de tu casa a Marcela, por favor? Varias veces intenté llamarte a la noche y apagas tu celular. Me gustaría poder ubicarte a cualquier hora.
Ella asintió y salió del despacho.

—Patricio me llamó para que organizara la inauguración de su quincho —dijo Susana del otro lado de la línea la noche siguiente.
—S-sí, le sugerí que lo hiciera —Luana estaba todavía fastidiada de cómo había resultado la última reunión, y se notaba.
—Gracias, nena… no es gran cosa, pero siempre ayuda. Me pasó la lista de invitados por correo y me dijo que hablara contigo para ponernos de acuerdo.
—¿Conmigo? —preguntó confundida— ¿Qué tengo que ver yo con eso? ¿No te habrá dicho que hablaras con Marcela, su secretaria?
—Nop, contigo —Luana bufó—. ¿Podemos reunirnos en su oficina mañana para ver el lugar?
—Claro, te avisaré a la hora que estaré en la zona… ¿por la tarde es mejor para ti, no?
—Sí, a la mañana estoy en la ganadera. Pero cuéntame, Lua… ¿cómo van las cosas con él?
—Más complicadas de lo que me gustaría —dijo suspirando—, al parecer el señor no entiende el concepto de lo que es un "no". Le presenté otro proyecto, similar al que estoy terminando para el español. Me dijo que va a comprar el terreno, pero yo no estoy tan segura de que querer seguir trabajando para él. Me mantiene constantemente tensa, no por el trabajo, sino porque insiste en que quiere tener algo conmigo, y no pierde oportunidad en demostrarlo.
—Que idiota eres, amiga. Deberías acceder, es un tipazo, y sabes que te mueres de ganas de acostarte con él.
—¿Qué crees que soy? ¿Una perra en celo o qué? —preguntó enojada— Solo porque me parezca atractivo no significa que tenga que ceder a mis bajos instintos. Si fuera cualquier otro hombre lo haría sin pensarlo, no lo dudes. No tengo pizca de mojigata, pero hacerlo con él complicaría nuestra relación comercial, y créeme, valoro más eso que una follada.
—Una buena follada, según las malas lenguas…
—¿Y tú como lo sabes? —preguntó asombrada.
—Las chicas hablan, y él es soltero sin compromisos… y no tiene vocación de sacerdote —dijo pícara.
—Cuéntame —pidió interesada— ¿conozco a alguna de ellas?
—¿Recuerdas a la prima de la esposa de Hugo? —se refería a un amigo en común de ellas— Esa que estaba de rojo el día de su casamiento…
Y empezaron a chismosear, como era usual. No quedó títere con cabeza.
Cuando cortó, Luana volvió a pensar en lo que estaba pasando con Patricio. Era un gran hombre, sin duda alguna, pero ella había conocido muchos buenos hombres en su vida, y al final todos estaban cortados por la misma tijera.
Meterse con él complicaría su existencia, y su trabajo.
Ella sabía manejar una situación complicada, haría que él mismo desistiera de su idea de seducirla.
Cuando quería ser fastidiosa, era la mejor.

Continuará...

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