Atrápame... si puedes - Capítulo 05

jueves, 21 de junio de 2012

Pato a la carta

Decidieron cenar en el restaurante del club, ya que la parrilla estaba abarrotada de gente. Siempre pasaba eso cuando había torneos deportivos. Además, Patricio pensó que si se quedaban allí se encontrarían con un montón de amigos en común, que probablemente quisieran sentarse en la misma mesa, y no tenía intención de compartirla, no esa noche que por fin había logrado convencerla.
—Tu hijo es muy agradable —dijo Patricio.
—Es un muchacho excelente, estoy muy orgullosa de él.
—¿Y no es celoso?
—La verdad es que la última vez que tuve la oportunidad de comprobarlo, no lo era. Ahora que está grande… no tengo idea cuál sería su reacción si llegara a tener una relación. Está muy acostumbrado a verme sola.
—¿Y hace mucho que lo estás?
—Sí, hace como seis años que no tengo una pareja estable… ¿y tú?
—Yo me divorcié hace ocho años.
—Eso no significa que hayas estado solo todo ese tiempo…
—No tuve ninguna relación de importancia, aunque no soy un monje.
—Ningún hombre lo es, no me sorprende —respondió sarcástica.
—No tienes muy buena opinión de los hombres en general, Lua.
—Ustedes no se esmeran en comportarse muy bien.
—¿Quieres dejar de meterme en el mismo saco? —preguntó fastidiado— Yo siempre he respetado a todas las mujeres con las que he salido. No puedes juzgarme por experiencias que tuviste con otros.
—Tienes razón, Patricio —contestó suspirando—. Es más fuerte que yo, pero no me baso solo en mis experiencias, sino en la de todas mis amigas, y mis primas, tengo un par de ellas que la pasaron muy mal.
—Una relación es de a dos, cariño —dijo tomándola de la mano y acariciándole los nudillos—, la responsabilidad siempre es compartida.
—Te pedí que no me llam…
—Déjame ser cariñoso —la interrumpió—, no te lo digo solo por decirlo, lo hago porque lo siento —ella suspiró, pero no dijo nada—. Me encantan tus ojos.
—Espero que sea la forma y no el color —dijo riendo—. Porque soy más miope que un topo, y uso lentes de contacto con graduación de color verde desde que tenía veinte años.
—Definitivamente es la expresión de tus ojos la que me atrae —contestó, siempre con la palabra justa—. Cuéntame por qué tu hijo lleva tu apellido y no el de su padre.
—Lleva el de su padre, pero en segundo lugar —contestó soltándose de su agarre, ya que el maître había llegado con la comida.
—Eso no es común.
—Cierto, no lo es… pero tuve una muy buena abogada —contestó sonriendo complacida—. En realidad es muy sencillo, cuando me quedé embarazada y se lo conté, desapareció. La decisión de tenerlo fue mía y asumí toda la responsabilidad, jamás esperé nada de él. A instancias mía, lo conoció cuando tenía dos meses de edad y se enamoró de su hijo, pero ya era tarde, estaba reconocido por mí. Luego, cuando me hizo el juicio de rectificación de nombre…
—¿Él te hizo un juicio? ¿No debería ser al revés? —la interrumpió sorprendido.
—Sí, así es… y Ángelo ya tenía cuatro años cuando lo hizo. Yo estaba preparada, apenas nació contacté con la mejor abogada del menor que existe, y ella me explicó que se había promulgado una nueva ley que me amparaba. Pues bien, él intentó adicionar y rectificar el orden de los apellidos sin mi consentimiento, pero la jueza me notificó, se lo envié por fax a mi abogada, que ya estaba preparada y lo resolvió en un abrir y cerrar de ojos. Le firmé un poder, y en mi nombre ella se allanó, aceptó la paternidad, pero se rehusó al cambio de apellido alegando esa nueva ley. Gané, por supuesto.
—¿Y tu hijo que opina al respecto?
—Es digno hijo de su madre, le importa un carajo —contestó riendo, Patricio negó con la cabeza sonriendo también—. Ángelo no quiere cambiar el orden de sus apellidos, está orgulloso de llevar el mío primero. Su padre, a pesar de que siempre formó parte de su vida, nunca aportó nada, no merece semejante regalo. Por supuesto, intentó convencerlo, pero cuando se dio cuenta que era inútil, decidió por fin cambiarle la cédula, eso ocurrió recién el año pasado.
—Que irresponsable, es terrible lo que me cuentas.
—Ni me lo digas, lo viví en carne propia. A pesar de todo Ángelo es un chico muy sano psicológicamente, yo jamás me opuse a que se relacionara con su papá, nunca me he metido en su relación ni tampoco le he hablado mal. Pero él no es tonto, y ahora se está dando cuenta de muchas cosas, su padre se ha encargado solito de mostrarse tal cual es. Yo siempre supe que eso ocurriría a la larga.
—Eres una mujer admirable, Luana… no me cansaré de repetirlo.
—Solo intenté hacer las cosas correctamente, Patricio. No me pongas en un pedestal, porque soy cualquier cosa menos altruista. La verdad es que soy muy egoísta, todo lo hice pensando en mí. Me parecía tremendamente injusto darle el regalo de un hijo gratis, sin hacerle pagar aunque sea un poco por su abandono, y no me refiero a mí, sino a su hijo. Y me salió muy bien, él es un hombre muy machista, y que su propio hijo lleve mi apellido en primer lugar es como una patada en el culo para él.
—"Hazme un favor, y te devolveré tres veces, hazme daño… y atájate" —repitió lo que ella le había dicho.
—Lo re-recordaste… —dijo Luana sorprendiéndose.
—Escucho todo lo que dices, cariño —contestó sonriendo.
—Eres un raro espécimen de hombre —aceptó mirándolo como si lo viera por primera vez.
—Me alegro que por fin te hayas dado cuenta.
Luana bajó la cabeza y se puso nerviosa. No iba a permitir que ese hombre penetrara su coraza, de ninguna manera. Ya había conocido a un hombre así antes, uno cuya conversación era deliciosa, que sabía exactamente qué decir para desarmarla. Un experto en la seducción, cuyo encanto residía en su trato, en su conversación inteligente y sobre todo en su sabiduría sobre la mente femenina, en su sensibilidad. Ningún hombre antes que él supo nunca lo que ella necesitaba como él lo sabía, aun sin pronunciar una sola palabra. Antes incluso que ella supiera, él ya cumplía sus deseos.
Se había enamorado de él por única vez en su vida. Y resultó ser un mentiroso, pero de los peores, porque aparentaba totalmente otra cosa.
Patricio parecía ser del mismo tipo. Dulce, complaciente, cariñoso, sensible, capaz de bajarle la luna si ella se lo pidiera.
Y eso era muy peligroso, tremendamente nocivo para su persona.
Pobre Patricio, sin querer había cavado su propia tumba.
Ella no se lo demostró, por supuesto, pero inconscientemente lo relegó más aún a la "zona amistosa", una región de su mente en la que él mismo le había dicho que no quería estar.
—Basta de hablar de mi —dijo Luana en un momento dado—, cuéntame sobre ti, sobre tus hijos… y tu nieto. Me parece increíble que ya seas abuelo, aunque tengo un hermano que también lo es, y solo tiene cuarenta y cinco años.
—Empezamos la producción muy pronto —dijo riendo—. Me imagino que debe ser la misma historia que la mía: la novia de la secundaria que se queda embarazada sin querer, la boda precipitada y el hijo no buscado, pero amado. Luego llegan los otros, y te ves envuelto en una telaraña de la que te es imposible escapar.
—Exactamente, eso le ocurrió a mi hermano. Pero él zafó… y tú también.
—Ella se encargó de eso, yo hubiera seguido casado si no me hubiese sido infiel. Pero ahora le agradezco que lo haya sido, mi vida cambió totalmente después de eso. Fue como si hubiera estado dormido durante dieciséis años, y de repente desperté en un mundo que me encantó.
—O sea, que la soltería te gusta.
—Lo que me gusta es la opción de poder elegir. Pero no soy el tipo de hombre que le guste estar solo, tampoco me gusta estar acompañado solo por soledad, pero lastimosamente no he encontrado alguien que me interese hasta el punto de perder de nuevo mi libertad —hasta ahora, pensó.
—En eso te comprendo perfectamente, no hay nada mejor que hacer lo que uno quiere, cuando quiere y como quiere…
—A menos que lo que uno quiera sea lo que el otro también desea. Entonces la ecuación cambia totalmente. Es hermoso compartir la vida con otra persona, Lua… si eso es lo que deseas hacer.
—Lo sé —dijo sin querer. Y al instante se arrepintió.
—Eso significa… que estuviste enamorada —afirmó.
—Mmmm. S-sí… una vez —aceptó a regañadientes—. Pero no quiero hablar de ese tema.
—¿Todavía duele? —preguntó muy interesado.
—Nooo, no… para nada —contestó muy segura—. Fue hace mucho tiempo.
—¿Dieciocho o seis años? —volvió a preguntar.
Ella lo miró sorprendida de nuevo. Volvió a hacerlo, la escuchó de nuevo. Y eso que ella hablaba hasta por los codos.
Ese hombre era peligroso, muy peligroso.
—Seis años —asintió, con una sonrisa nerviosa— ¿Y tú le fuiste fiel a tu ex? —preguntó para cambiar de tema.
—Todos y cada uno de los años que estuvimos juntos. Pero no la culpo, Lua. Como te dije, una relación es de a dos, ella solo buscó lo que yo no era capaz de darle: compañía. Estaba tan metido en mis negocios, en mantener a mi familia, en acumular dinero, que no presté atención a sus necesidades. Los dos tuvimos la culpa en partes iguales. Yo por abandonarla afectivamente y ella por no expresar lo sola que se sentía y buscar en otra persona lo que no pude darle. Fin de la historia, el divorcio fue terrible, por supuesto, pero ahora podemos estar uno frente al otro sin matarnos.
—Bueno, eso está muy bien. Yo todavía no logro estar frente al papá de Ángelo sin querer descuartizarlo —dijo riendo a carcajadas— es más, hace un tiempo que no hablo con él, desde que el cachorro se hizo lo suficientemente grande para tomar sus propias decisiones. En ese momento me abrí y dije: "Suficiente tortura, de ahora en más: paz y tranquilidad".
—Parece que los dos hemos pasado por muchas cosas, ojalá hayamos aprendido algo —y volvió a tomarla de la mano—. Quizás hasta podamos poner en práctica nuestras malas experiencias y sacar algo bueno… juntos.
—Pensé que solo querías calmar "cualquier tipo de sed" que tuviera —dijo sonriendo pícaramente—, al menos eso me dijiste en tu departamento.
—Y puedo hacerlo… eso incluye tener una relación si eso es lo que deseas, pero podemos empezar por donde quieras, cariño. Estoy abierto —acercó su mano y le besó los dedos, lo giró y besó su palma—, tú decides, yo me acoplo a tus deseos, al ritmo que quieras.
—Gracias por la oferta —dijo retirando su mano—, pero no estoy interesada. Mi sed actual solo incluye agua o un buen vino —y levantó su copa en señal de brindis.
—Por algo se empieza —contestó levantando también su copa—. Brindo por haber saciado tu sed esta noche, y por la esperanza de hacerte cambiar de opinión.
—¿Nunca te das por vencido?
—Por supuesto que sí, pero no tan rápido, Lua.
Chin chin.

Continuará...

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