Atrápame... si puedes - Capítulo 07

jueves, 21 de junio de 2012

La inauguración

Luana estaba caminando por el departamento arriba del quincho. A pedido de Patricio se había encargado de fiscalizar la mudanza de los muebles de uno a otro departamento y quería darle un toque final.
Revisó que todo hubiera quedado como ella lo había previsto.
Y ubicó el pequeño regalo que le había llevado: un perfumador eléctrico, de esos que soltaban un delicioso aroma cuando pasabas frente a él, y que se programaba para que lo hiciera cada cierto tiempo. Era de cristal y tenía la forma de la Fontana di Trevi.
Patricio llegó en ese momento, y Susana, que estaba organizando la fiesta en la planta baja, le indicó que Luana estaba arriba.
Subió inmediatamente y la vio conectando el extraño aparato.
—Hola, arqui —la saludó con un beso en la mejilla—. Eso no forma parte de mi mobiliario original.
—Es un presente para ti —dijo sonriendo—, siempre le hago un regalo a mis clientes cuando termino una obra.
—Muy original, pero… ¿qué carajo es? —preguntó riendo. Ella se lo explicó y en ese momento la fuente lanzó un vapor perfumado— Hermoso, muchas gracias. Todo quedó precioso, Lua, estoy muy contento de haberte conocido.
—Yo también, Patricio —afirmó con la verdad.
—Lo llevaré a mi oficina, así cada vez que sienta este aroma, me acordaré de ti —dijo acercándose a ella.
—No es necesario, te traeré otro… ¿te gustaría la torre de Eiffel, la Estatua de la Libertad o el Arco del Triunfo?
—¿No hay uno de la Madonna desnuda? —preguntó pícaro— Así me imagino que eres tú quien está mirándome seductora desde una cama, esperándome.
Luana rió a carcajadas.
—No pierdes oportunidad. Mejor me fijo si no hay uno que simbolice el obelisco, algo muy alegórico al estado de tu entrepierna.
—Qué maldita eres —dijo en broma.
—"Maldita" es mi segundo nombre —afirmó alejándose.
Pero él no le dio tregua, la tomó del brazo y la estiró hacia su cuerpo, girándola contra la pared y aprisionándola.
—Sé lo que estás intentando hacer —dijo serio, mirándola.
—Por supuesto, estoy intentando zafarme. Y si no me sueltas —dijo bajando su mano y tomando su miembro entre sus dedos por arriba de sus pantalones—, voy a hacerte gritar pero no de placer, porque esta caricia se convertirá en una tortura.
Él la miraba embobado… ¡lo estaba tocando, allí!
—Mi amor, si sigues acariciándome así, me derretiré. No necesitarás zafarte —entonces, ella le apretó ligeramente las pelotas— ¡Oh, mierda! Nunca pensé decirte esto… pero suéltame, cariño.
Ella sonrió irónica.
—Déjame en paz, Patricio —dijo alejándose cuando él la liberó de su abrazo.
—No harás que me aparte de esa forma, Lua. Sé cuál es tu juego, durante dos semanas te comportaste como una desquiciada fastidiosa. Pero yo sé que tú no eres así, te conozco.
—Error, no me conoces en lo más mínimo —dijo señalándolo con el dedo—. Esta soy yo… si te gusta, me aceptas tal cual soy, sino… te vistes y te vas.
—Prefiero seguir desnudo —contestó riendo—, si tú también lo estás.
Luana dio vuelta la cara para no reír frente a él.
Es imposible, pensó.
—Si me vieras desnuda… huirías —dijo de espaldas a él.
—¿Por qué? ¿Por algunos kilos de más o alguna estría secuela de tu embarazo? ¿O quizás celulitis en la cola? —le dio un beso en la cabeza detrás de ella y le acarició los brazos—. Esas marcas solo te hacen más atractiva a mis ojos, porque son producto de tu experiencia y tus vivencias. ¿Acaso crees que yo soy un Adonis? Tengo miles de defectos igual que tú. Ninguno de los dos somos adolescentes, cariño… yo no espero que tengas el cuerpo perfecto y firme de una veinteañera. Me gustas tú, tal cual eres. Incluso… —y pasó las manos por delante posando las palmas sobre sus senos, pegándose a su espalda— si tus pechos vencieron la ley de la gravedad, los adoraré igual.
Y pasó los pulgares por las puntas, arriba de la camisa de seda que llevaba.
—¿Siempre tienes las palabras justas en el momento exacto, no? —dijo Luana apoyándose en su torso, rindiéndose a su toque juguetón.
—Santo cielo, caben tan bien en mis manos, Lua… yo solo digo lo que sient… —pero ella no le dio oportunidad de seguir, volteó hacia él, subió las manos detrás de su nuca y devoró su boca.
No había ninguna tímida pretensión implicada, jodió su boca directamente. La lengua de Luana entraba y salía mientras Patricio gemía desesperado al probar su sabor por primera vez.
—Maldición, te deseo con locura —dijo él y la estiró un poco más para que pudieran frotar sus cuerpos. Era como poner un fósforo en un saco de dinamita. Ambos jadeaban y empujaban sin dejar de besarse hasta casi perder el sentido.
Los dedos de Luana que habían estado vagando por todos lados, volvieron con desesperación a los suaves mechones del cabello de Patricio y su cuerpo se balanceó con las dulces y embriagadoras sensaciones que la estaban poseyendo; oscuras y arrebatadoras olas la inundaban cada vez que él deslizaba su lengua más dentro de ella y la abrasaba posesivamente, acariciándola también. Ella contuvo el aliento y se arqueó contra su boca. Comenzó a estremecerse, asombrada ante el tórrido arrebato de exquisito placer que le arañaba profundamente el vientre y entre las piernas. Quería más; un intenso deseo le hacía temblar las rodillas.
Patricio debió percibir su desesperación, porque suavizó el beso. No es el momento oportuno ni el lugar adecuado, pensó, dentro de la neblina del deseo que lo poseía.
En ese momento escucharon el grito de Susana desde la planta baja:
—¡Luaaaa, Patooo… bajeeeen, Kiara y Néstor acaban de llegar!
Él dejó de besarla y el abrazo se hizo menos apasionado, acarició su pelo, tratando de tranquilizarlos a los dos.
—Eres tan apasionada, mi arqui —le dijo al oído en un susurro—. Será un placer tenerte desnuda en mis brazos y hacerte el amor.
Luana casi se desmaya cuando la soltó, sus piernas apenas la sostuvieron.
—Dios mío —dijo en un susurro, asombrada por su propia reacción.
—Baja tú primera, amor —pidió Patricio con vez temblorosa—, yo… no estoy en condiciones todavía.
Luana se apoyó en la pared detrás de ella y lo observó. Vio pasión en sus ojos, tanto como ella sentía en los suyos al mirarlo.
Bajó la vista y sonrió pícaramente.
El frente de su pantalón parecía una tienda de campaña.

La fiesta de inauguración del quincho estaba resultando todo un éxito. Había todo tipo de guarniciones, abundaba la bebida, el parrillero contratado era el mejor y la decoración que usó Susana era exquisita.
Solo estaban presentes los amigos más cercanos de Patricio, y sus clientes importantes. Eso sorprendió a Luana, porque esperaba encontrar a su familia, pero al parecer solo su hija estaba invitada, el resto brillaba por su ausencia.
Patricio le presentó a Tamara y enseguida congeniaron. La hermosa jovencita era toda sonrisas y simpatía, y se notaba que adoraba a su padre. Ángelo también estaba invitado, pero no pudo asistir porque tenía otra actividad.
—Mi papá habla de ti todo el tiempo —le dijo Tamara sonriendo cuando tuvieron la ocasión de hablar—. Está muy entusiasmado con los dúplexs que harán juntos, me mostró los dibujos.
—Eh… me alegro —contestó Luana sorprendida—. Yo también estoy contenta, creo que será un proyecto muy lucrativo para tu padre. Pero dime, Tammy… ¿dónde están tus hermanos? ¿No deberían haber venido también?
—Mmmm, ellos son muy complicados —dijo sin dar muchas explicaciones—, creo que no están de acuerdo con lo que papá está haciendo.
—¿Te refieres al proyecto de los dúplexs u otra cosa? —preguntó curiosa.
—Creo que… —pero no pudo terminar, porque su padre empezó a hacer ruidos con un tenedor golpeando una copa.
—Señores, señoras, señorita —dijo mirando a su hija y sonriendo—, solicito su atención, por favor —se acercó a Tamara y a Luana, poniéndose entre medio de las dos, abrazándolas a ambas—. Como bien saben, esta pequeña reunión entre amigos es para inaugurar este espacio tan magníficamente diseñado por la arquitecta Luana Moure, aquí presente —dijo y la miró, ella se ruborizó, algo poco usual en su persona—. La verdad es que no tenía intención de construirlo todavía, pero fue la única forma de tratar de conseguir un objetivo que tengo entre cejas.
Todos los que entendieron rieron y aplaudieron. Luana quería que la tragara la tierra, bajó la cabeza y se quedó seria. Iba a matarlo, lo despedazaría cuando quedaran solos.
—¡¿Y lograste tu objetivo?! —preguntó Néstor riendo a carcajadas desde el fondo del quincho.
—Todavía no, pero creo que voy por buen camino —contestó sonriendo, su hija lo abrazó y le dio un beso, en señal de apoyo—. Bueno, con este asado tan bien organizado por nuestra querida amiga Susana, doy por inaugurado nuestro espacio, y digo "nuestro" porque considero que será un lugar donde nos reuniremos seguido para divertirnos y pasar buenos ratos —soltando a las dos mujeres, levantó su copa—, brindemos por ello, amigos.
Todos levantaron sus copas en señal de brindis y se acercaron a felicitar tanto a Patricio, como a la arquitecta, quién estaba más callada de lo usual.
—Te voy a descuartizar —le dijo Luana al oído en un momento dado.
—Mientras lo hagas con tus dientes, puedes empezar esta misma noche si quieres —contestó sonriendo solo para que ella lo escuchara—. Podemos tener nuestra inauguración privada… ¿qué opinas?
—Prográmalo para el 31 de febrero —dijo alejándose de él.
Mierda… problemas de nuevo, pensó Patricio. ¿Qué habré hecho ahora?
Llegó un momento en el que Luana solo quería irse. Susana se dio cuenta y sonrió, aconsejándole que esperara un poco más, que no sería educado de su parte retirarse de una reunión en la que obviamente, era una de las homenajeadas.
Ella no pidió ese homenaje, no era más que un simple quincho por dios santo, pero como era usual en él, había tejido toda una telaraña alrededor que la mantenía cautiva. Lo había hecho a propósito, estaba segura.
Fastidiada, se quedó hasta el final. Ya eran más de las dos de la mañana cuando todos se retiraron.
—Una excelente velada ¿no crees? —preguntó Patricio abrazándola por detrás.
—Suéltame, por favor… ya me voy —dijo tomando su cartera—. Felicidades, Patricio.
—¿Hice algo malo, Lua? —preguntó siguiéndola hacia la salida.
—Noooo, que esperanza —contestó irónica, mirándolo fijamente—, solo anunciaste a viva voz tu deseo de follarme y organizaste todo esto de modo a que pareciera un homenaje a tu flamante arquitecta y nueva amante.
Él dio vuelta los ojos en señal de fastidio.
—¿Existe alguna forma de complacerte, Luana?
—Sí, la hay… ¡déjame en paz! —dijo categórica.
—Eso haré, puedes apostarlo —contestó enojado, dando media vuelta y entrando de nuevo a la casa.
Luana no sabía si lo que sentía al verlo alejarse era alivio, tristeza o decepción.

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