Ámame, pero no indagues... (Prólogo)

sábado, 10 de agosto de 2013

Asunción, Paraguay (Sudamérica)
Época de elecciones presidenciales.

Son tiempos de hablar de política y políticos…
¿En éste libro? Mmmm, que aburrido. Bien, quizás solo un poco, como para crear un ambiente.
De un momento a otro los escenarios públicos cambian; por supuesto, refiriéndonos al arte de hacer política. La atmósfera llamada palestra pública a veces es deplorable; aunque en ocasiones podemos encontrar políticos verdaderamente situados en su labor; no obstante, son los menos. En esta tesitura, nos preguntamos ¿será acaso que merecemos a esa clase de personajes dirigiendo o llevando a pique los destinos de nuestros países?
Se dice que "Cada país tiene el gobierno que se merece" . Esta afirmación, de entrada, provoca airados rechazos, aunque la verdad, si los analizamos, resultan ser más viscerales que racionales, sobre todo entre aquellos habitantes con capacidad de pensar y que tienen la desgracia de residir en esos países en los cuales las cosas no andan como debieran.
En tiempos de elecciones es quizás el momento en que la "opinión pública" cumple un rol más trascendental, parte de la temática que se puede notar durante las campañas electorales es la generación de temas sensibles hacia la ciudadanía, previo a estudios de lo que usualmente causa mayor interés en la población: mejora en las calles, costo de vida, delincuencia, corrupción, desempleo, pobreza, vivienda, economía, salud, y otros. El fin es simple, poder generar opinión entre el pueblo para que tomen la decisión de por quién votar.
La opinión pública y la política suelen ir de la mano, así ha sido a lo largo de toda la historia. Conforme las elecciones se aproximan, cada vez son más recurrentes los mensajes en los medios de comunicación, exorbitantes cantidades de dinero son gastados en propaganda muy mal planeada. Y es donde aparecen las encuestas de preferencia, que no son más que resultados relativos de un grupo selecto de encuestados, pero que normalmente no reflejan la opinión real, a partir de resultados como estos se puede originar una opinión pública y por qué no, cambiar la opción de algunos al momento de votar.
¿Alguna vez escucharon esta frase? "En política hay que estar preparados para ser, no ser y dejar de ser ". Lo cierto es que hay muchos políticos que parecen no digerirla por completo, sobre todo aquellos que se enquistan y se momifican en el poder por el poder mismo.
¡Y de esos hay muchos!
Sobre todo los conservadores, que basan sus candidaturas –ya sea para presidentes, diputados o senadores– en premisas pasadas de moda, queriendo de ese modo mantener al público tradicional y captar a los indecisos, que sin tener opiniones fundamentadas, se deciden por lo que "creen" es lo mejor, o sea lo convencional.
Como a ninguna de las amigas que forman parte de esta serie de libros se las puede tachar de convencionales, la conversación esa tarde en su cafetería preferida dentro de un conocido shopping de Asunción rondaba alrededor de este tema:
—No pienso votar por ningún partido tradicional —dijo Sannie convencida—. Estoy cansada de todos nuestros políticos.
—¿Y por quién piensas hacerlo entonces? —preguntó Luana con el ceño fruncido— ¿Por el versado periodista que de política no sabe nada? No sé qué sería peor. Sabe hablar muy bien, obviamente, se expresa con maestría… pero no tiene experiencia ni siquiera para dirigir una empresa, menos un país. Y el otro…
—Quizás vote en blanco, como castigo —la interrumpió.
—Mmmm, no sé —dijo Kiara tomando un sorbo de su capuccino—. No comparto esa opción, bastante se ha luchado para poder realizar las votaciones como para ahora omitirlo con tu voto en blanco. Es una alternativa legítima, pero tiene como consecuencia que dejas que otros decidan por ti.
—Estoy de acuerdo —asintió Luana encendiendo un cigarrillo—. Además, ten en cuenta que por los porcentajes mínimos que una candidatura debe tener si desea entrar en el reparto de representantes electos, con tu voto en blanco puedes estar favoreciendo, sin pretenderlo, a aquellos a los que no deseas beneficiar, Sannie.
—Si no estás segura, nena —dijo Lisette sentándose junto a ellas—, votarás por quién yo te diga —y rió a carcajadas— ¡Hola chicas!
Todas la saludaron, a pesar de que había llegado con casi una hora de retraso. Bueno, no era conocida precisamente por su puntualidad.
La más puntual de todas siempre era Luana Moure, arquitecta, de 45 años y un hijo que acaba de entrar a la universidad. Feminista recalcitrante, es soltera por convicción y vocación, aunque hacía cerca de dos años su ideología tambaleó cuando conoció a Patricio Dionich, a quien le tomó varios meses y mucho esfuerzo convencerla de que estaban hecho el uno para el otro. Todavía no había logrado llevarla al altar, y sus amigas dudaban que algún día ella quisiera casarse, pero por lo menos aceptó su relación ante todos y actualmente viven en un condominio en casas pareadas, es visible y palpable el amor que se tienen .
Kiara Safuán fue compañera de colegio de Luana, casi un año menor que ella. Es uruguaya, pero vive en Paraguay desde los quince años. Es divorciada de un famoso abogado-juez y tiene un hijo estudiando en el extranjero. Es una morena atractiva, delgada y alta. Un poco tímida a veces y bastante callada, pero muy apasionada. Trabaja en una binacional como asistente del director hasta las tres de la tarde, luego tiene libre para hacer lo que se le antoje. Actualmente está en pareja con Gabriel Astabrugada, un ingeniero a quién conoció en casa de Patricio y con quien tuvo una relación muy inusual, absolutamente platónica al comienzo, pero en este momento conviven en la casa de su novio, y se llevan de maravillas .
Sannie Rotela es la más joven de todas con 40 años, es una hermosa y famosa bailarina y coreógrafa, tiene una conocida academia de baile y un spa exitoso. Es pequeña, esbelta a base de comer solo lechugas y pollo hervido, pero con curvas en los lugares estratégicos. Siempre tiene alguna historia picante que contar, o algún lio en el cual se ha metido, normalmente sin querer, a veces incluso inventado por la prensa amarillista. Es divorciada y tiene un hijo que fue compañero de colegio del de Luana, así fue como se conocieron. Es conocida por sus gustos particulares de hombres: jóvenes, musculosos y si son rubios, mejor.
Lisette Careaga es la mayor con 46 años, madre de tres hijos varones y divorciada hace casi veinte años. Tiene un novio que no la deja sola ni a sol ni a sombra. No trabaja, y ese es un gran misterio para todas, porque siempre está vestida como una reina. Conoce a medio mundo y la otra mitad, si necesitas saber la vida, obra y milagros de alguien, ella parece una enciclopedia social ambulante. Es alta, exuberante e interesante, con una lengua tan mordaz que a veces deja descolocado hasta al más intrépido de los varones.
¿Falta una integrante, no?
Hacía solo unos meses las cuatro amigas habían perdido a una de ellas, Susana Ortúzar, quien falleció en una intervención quirúrgica. Era una madre abnegada de 41 años y tres hijos, tuvo un divorcio tremendamente polémico unos años atrás, cuando descubrió que su marido tenía un romance con una de sus mejores amigas. Su pérdida les dejó una sensación de vacío muy difícil de llenar, y sobre eso continuó la conversación entre ellas:
—Susi ya no tendrá la oportunidad de votar —dijo Luana muy seria.
Todas se quedaron calladas por unos segundos, recordarla siempre tenía ese efecto en ellas.
—Mejor no hablemos de ella, Lua —dijo Lisette suspirando—. Cada vez que lo hacemos nos deprimimos.
—Además, ella no hubiera querido que la recordemos con tristeza —acotó Kiara—, su espíritu y alegría de vivir es lo que debemos atesorar.
—Yo todavía no puedo creerlo —dijo Sannie bajando la cabeza.
—Yo tampoco… —asintió Luana, muy triste.
—Bueno, mejor les cuento algo que las pondrá felices —acotó Lisette. Las tres la miraron interrogantes, continuó—: El jueves rompí con Alfredo.
—¿Y eso por qué nos pondría felices? —preguntó Kiara frunciendo el ceño.
—¡Ay, por favor, chicas! Sé que lo disimulaban magistralmente, pero a ninguna de ustedes les caía muy bien.
—Eso no es cierto… —refutó Luana.
—¿Por qué no podríamos apreciar a quién te tenía como una reina? —Preguntó Sannie—. ¿Cómo vas a hacer ahora para pagar tus cuentas?
Lisette sonrió.
—¿Por qué piensan que él pagaba mis cuentas?
—¿Y no es así? —Luana estaba confundida.
—Yo nunca les dije eso, no sé de dónde lo sacaron. Mis finanzas están bien, no se preocupen —contestó enigmática como era—. Además, no me tenía como una reina… era bastante tacaño en realidad, y muy egocéntrico, esa fue la gota que colmó el vaso.
Las tres amigas se lanzaron miradas furtivas. Era la primera vez que hablaba de su novio de esa forma, Lisette era sumamente sociable, pero poco dada a ventilar su intimidad. Tenía una personalidad desconcertante, aparentemente era una mujer muy segura de sí misma, se llevaba todo por delante, no tenía problema alguno en expresar su opinión sobre cualquier tema y normalmente lo hacía sin tapujos o pelos en la lengua, le pese a quien le pese. Y milagrosamente, siempre sus opiniones eran bien recibidas, quizás por su forma de ser y su desenfado al expresarlas.
En ese momento, Néstor, un amigo de todas ellas se acercó a la mesa y las saludó.
—¿Te sientas con nosotras? —preguntó Sannie.
—No, gracias. Me están esperando dentro del shopping —y miró a Lisette—. Por cierto, Lis… te luciste con tu discurso el sábado.
Lisette empezó a reír a carcajadas.
—Discurso fue el de él, rebatir su postura fue divertido —respondió.
—Le dejaste a ese idiota con la palabra en la boca, te felicito. Me encanta cuando alguien pone en vereda a imbéciles como ese.
—Bueno, creo que fuiste uno de los pocos que lo disfrutaron.
—¿De qué mierda están hablando? —preguntó Kiara confundida.
—Me tengo que ir… —dijo Néstor apurado, y se despidió de ellas con un saludo con la mano.
—¿Y bien? —preguntó Luana.
—¡Ay, no es nada! Encontré a Néstor en una reunión en casa de mi prima el sábado, el marido de Gisela es asesor y mano derecha del candidato a presidente. Estaba lleno de políticos y por supuesto, las conversaciones se centraban en sus campañas. Yo me sentía como pez fuera del agua, hasta que uno de ellos dio un conmovedor discurso pro-familia. Estoy a favor de la familia, por supuesto, pero la forma de encarar su candidatura no me pareció correcta, así que le dije lo que pensaba.
—¡Oh, ya me lo imagino! Cuéntanos más —pidió Kiara.
Y Lisette les contó…

Continuará...

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