Envidia - Capítulo 04

miércoles, 24 de agosto de 2011

Amanda estaba en su despacho el lunes siguiente mirando embobada la oferta que le había hecho "Publicitaria Brizza" para incorporarla a su nómina de empleados.
Le ofrecían la Dirección General. ¡Dios Santo! Era el sueño de su vida.
Esa publicitaria era más grande que E1 , tenía diferentes departamentos, y ella podía estar a cargo de todos. Era el equivalente al puesto que en ese momento tenía Benjamín en su empresa, solo que PB  tenía accionistas como dueños. Ella sería la conexión entre los accionistas y la empresa. La cabeza visible.
No podía hacerle eso a Benjamín, no era ético. 
Él había confiado ciegamente en ella; la guió en todos y cada uno de los pasos de su ascenso, le dio un nombre entre sus pares. Si ella era alguien en el mundo de la publicidad, se lo debía a él. Todos los premios que había recibido a lo largo de su carrera, se los debía a él. ¿Cómo podía siquiera pensar en la posibilidad de abandonarlo?
Dobló la hoja, la metió de vuelta en el sobre y la apoyó sobre su pecho.
Sabía que el señor Jaime Arza, director actual de PB tenía una enfermedad terminal, pero lo más lógico sería que le ofrecieran el puesto a alguien de la misma empresa. ¿Por qué a ella?
Abrió el último cajón de su escritorio y metió el sobre debajo de todos los papeles que había.
Definitivamente era algo que tenía que meditar.
—Parece que viste un fantasma. ¿Pasa algo, Mandy?
Evelyn la interrumpió en sus cavilaciones.
—N-no, Eve… no pasa nada. —No podía hablar de eso con nadie. Si alguien debía saberlo primero era Benjamín, y hasta tomar una decisión no pensaba contárselo. Dudaba mucho que el director de PB le dijera algo, ya que estaban aserruchando la silla de su propia competencia.
—¿Cuáles son los planes de esta semana? —preguntó Evelyn con una sonrisa ladeada. Ella sabía lo que Amanda había escondido en su escritorio. Era parte de su plan.
—Solo investigación de mercado, ya todos están en ello. ¿Cómo vas tú con lo tuyo?
—Maravillosamente bien, el proyecto CA  es fantástico. Christian ha logrado mucho en los doce años que tiene su empresa. ¿Sabías que empezó diseñando medias, muñequeras y vinchas para deportistas en el departamentucho donde vivía cuando era estudiante universitario? Aparentemente encontró un material que absorbe el sudor mucho más que la simple toalla, y no es caluroso. Lo patentó y lanzó su producto al mercado con la ayuda inicial de su padre. A partir de ahí abrió su primera tienda de artículos deportivos CA, luego se extendió con sucursales en todas las ciudades importantes del país, y ahora hasta vende la franquicia en el exterior. Es un desgraciado millonario.
—Me alegra saber de su éxito. ¿Qué más?
—No contento con eso, ahora inauguró el Complejo Deportivo CA, en un espacio de diez hectáreas a ochenta kilómetros de aquí, donde los amantes del deporte pueden tomarse vacaciones largas o mini fines de semana para disfrutar de los placeres de un maravilloso SPA  con fuentes termales, golf, tenis, fútbol, y otros deportes… combinado con las delicias de un hotel cinco estrellas, comida sana y de todo tipo. ¿Qué te parece?
—Me parece que estamos ante un hombre muy inteligente y emprendedor. —Y buen mozo, sensual, apasionado. ¡Dios santo! ¿Podía ser más perfecto?
—¿Cuándo podemos visitar el complejo, Mandy?
—Tendremos que organizarlo, perderemos todo un día de trabajo en ir, recorrerlo y volver.
—De eso justamente quería hablarles, chicas. —Benjamín entró al despacho de Amanda y apoyó una hoja sobre el escritorio. —Estamos cordialmente invitados a pasar todo un fin de semana en CA, todo pago.
—¡Ohhh! Maravilloso… —Evelyn saltaba de alegría—. Me imagino que estoy incluida, ¿no?
Amanda se estremeció, tomó la hoja que Benjamín le ofrecía y la leyó.
—Yo… eh, ¿cuándo? —preguntó Amanda.
—Cuando dispongamos. Creo que debería ser lo antes posible, podemos ir los tres juntos. ¿Qué tal este fin de semana? —preguntó el jefe.
—¡Sí, sí! Cuenten conmigo —dijo Evelyn.
—¿Y si van ustedes dos? Yo… no creo que pueda —contestó Amanda.
—No, no, no… —Benjamín se opuso—. Eres la cabeza de este proyecto. Si no puedes, lo haremos el fin de semana siguiente.
Al ver que no podría zafar de visitar el complejo aunque quisiera, y lo más lógico era que lo conociera, accedió a regañadientes.
—Bien, ustedes ganan. Lo haremos este fin de semana.
—Correcto, chicas. Saldremos el viernes después del trabajo, vengan preparadas con sus maletas: ropas, zapatos deportivos y sugerentes biquinis. Iremos en mi vehículo. Será una maravillosa combinación de trabajo y placer.
Amanda no estaba tan segura. Sólo esperaba que Christian no estuviera allí.
¿Sugerentes biquinis? ¿Es que su jefe estaba loco?


Christian estaba en su despacho, leyendo el correo electrónico que le había enviado Benjamín Cálcena, aceptando la invitación de visitar el complejo CA.
Bien, pensó. Este fin de semana era perfecto para él. Tenía muchas ganas de volver a ver a la dulce Mandy. No, Amanda, ya no debía pensar en ella como la regordeta estudiante que lo perseguía por todo el colegio. Era una mujer hecha y derecha ahora.
La había investigado por Internet y era impresionante la lista de premios que había ganado en su no muy larga carrera publicitaria. Benjamín era afortunado al tenerla, la empresa E1 había florecido con ella como miembro de su nómina.
De alguna forma tenía que lograr disculparse con ella por su comportamiento cuando sólo eran unos adolescentes. Posiblemente ella ni recordara lo que había pasado, ¿o sí? Ya se enteraría. Era un asunto pendiente que tenía. Estaba seguro que en ese momento le había hecho mucho daño. La usó, se apoderó de su inocencia de forma poco digna y la descartó. ¡Qué joven estúpido e imbécil era en esos tiempos! Se creía dueño del universo.
Sus amigos le habían dicho que no era capaz de seducir a la inteligente y estudiosa Mandy Taylor, y él, en su egocentrismo había apostado lo contrario.
En su fiesta de graduación, la invitó a bailar. Una cosa llevó a la otra, le dio de beber algunas copas de ponche, y bajo la atenta mirada de sus amigos, la llevó al asiento trasero de su vehículo y sin consideración alguna la hizo suya. No se puede decir que haya sido una violación, no la obligó, pero tampoco fue muy considerado con su inocencia. 
Aún ahora recordaba el grito de dolor de la pobre jovencita.
¡Imbécil!
Nunca más la vio después de esa noche. A mitad del verano, él partió hacia la Universidad y ella tenía todavía un año más para terminar el colegio.
Amanda, la expresión de sus grandes ojos verdes le recordaba a alguien más.
A su gatita voluptuosa. ¿Qué habrá sido de ella? 
Volvió a Coyote's un par de veces el fin de semana. Pero no volvió a verla. Sus amigos tampoco le dieron ninguna información sobre ella, y a ellos sí los vio todos los días.
Era como si la hubiese tragado la tierra.
Necesitaba volver a verla. A pesar del papel que ella quiso interpretar esa noche, él notó en muchas ocasiones su nerviosismo. No era una actitud usual en ella, de eso estaba seguro. Más bien sintió como que esa noche fue toda una liberación, él le dio todo lo que necesitaba en ese momento, y ella se lo devolvió con creces.
Quería volver a sentirla. ¡Dios santo! Sus curvas lo volvieron loco. Nunca pudo ser capaz de resistirse a un cuerpo bien formado. No le gustaban las mujeres anoréxicas. Quería sentir carne en los huesos de las mujeres con las que se relacionaba y pasión.
Su gatita tenía ambas cosas, todavía podía recordar sus gemidos, la forma en que arqueaba sus caderas para encontrarse con su empuje. Su hermoso coño afeitado por él. Que hermosa sumisión de su parte. A pesar de ser una mujer con mucho carácter, se notaba, se rindió completamente.
Recordaba especialmente el momento en el que le pidió que se volteara, luego de haber saboreado su dulce coño desnudo.


—Gatita, voltéate. Quiero ver tu espalda, tus nalgas.
Ella abrió los ojos como platos, y casi se encogió entre las almohadas.
—Oh, yo… creo que, —sonrió nerviosamente— mejor no.
—¿Es que tienes vergüenza? Tienes un delicioso cuerpo, muéstrame ese hermoso culo, gatita, voy a morderlo completamente. 
Ella rió y él le ayudó a tomar la decisión volteándola suavemente.
El corazón de Amanda latía descontrolado. Él estaba mirando sus enormes pelotas de playa. ¡Qué desilusión se iba a llevar! Se relajó al sentir los dedos acariciar su espalda suavemente, sus labios besando la sensible zona del cuello y la oreja.
Se estremeció cuando sus manos llegaron a sus nalgas y las acarició.
—Son majestuosamente hermosas, gatita —dijo Christian en su oído—. Si a ésta altura no te diste cuenta lo mucho que me gustas, es porque estás loca. Te lo dije apenas te conocí: nunca pude resistirme a un voluptuoso cuerpo como el tuyo. Tienes el cuerpo de una verdadera mujer, lleno de curvas y lugares secretos… y tu piel es tan suave.
—Me alegro que te guste, motoqueiro —contestó jadeando porque sus curiosos dedos se habían introducido entre sus nalgas, abriendo sus piernas y acariciando su coño desde atrás.
—Mi nombre es Chris, gatita —dijo en un susurro contra su oído, mordiéndola— ¿Cómo debería llamarte yo?
—Mmmm, me encanta gatita. —Ella se estremeció, él se dio cuenta de su renuencia—. Chris, deja de hablar y fóllame, por favor. No puedo más.
—Falta mucho para eso. 
¿La quería volver loca?
—¿Sabes que nos olvidamos de la protección la primera vez? ¿Estás tomando la píldora?
—¡S-sí, sí! Chris, por favor…
—Bien, gatita, así me gusta, que supliques.
Christian subió encima de ella, que seguía de espaldas y la cubrió completamente con su cuerpo. Metió sus manos en el frente y abarcó sus senos con las manos, acariciándolos, pellizcando sus pezones, mientras con su boca llenaba de besos húmedos su oreja, hombros, cuello y espalda, lamiendo, mordiendo, calentándola con su aliento, volviéndola loca. Su pene estaba metido entre sus nalgas y movía sus caderas a ritmo acompasado, masturbándose con ellos y rozando su coño palpitante constantemente.
Amanda estaba aprisionada entre la cama y su cuerpo, era desquiciante no poder moverse y sentirse atrapada. Pero a la vez, excitante. Su desesperación iba en aumento. Sentía que se hundía en el éxtasis. Gemía y jadeaba descontrolada.
—¡Santo cielo, no puedo más! Ahhhhhhh, Chris.
Él se incorporó detrás de ella y levantó sus caderas. Metió la pierna entre las suyas y la abrió.
De un solo movimiento se introdujo en ella por detrás.
—¿Así, gatita? ¿Te gusta así? —Amanda solo pudo asentir con la cabeza, gimiendo, escondiendo la cara en la almohada que tenía frente a ella—. Dime cómo lo quieres. Suave, fuerte, dime que tu hermoso coño añora mi pene. Dime lo mucho que le gusta tenerme dentro.
—¡Sí, sí! Todo eso y más… hazlo como quieras, al ritmo que quieras, estoy a punto. No puedo más. Ohhh, sí.
La abertura redondeada entre sus muslos se estiró cuando se hundió en ella. ¡Qué bien que la llenaba, qué apretada estaba! Amanda movió sus caderas, forzándolo tan profundamente en su interior como fuera posible, tomándolo completamente.
Ella se tambaleó al borde del orgasmo. Él la folló duramente por detrás una docena de veces o más, y aprovechando la posición acarició al mismo tiempo con sus dedos su sensible clítoris. Cuando sintió que ella se estremecía y gritaba de placer, él se vino rápidamente, acompañándola en la caída al abismo de la pasión.
—No te muevas, gatita, —dijo mientras salía de su centro y metía dos dedos dentro de ella, observándola extasiado. —Me gusta sentir en mis manos tus últimos estremecimientos. —Amanda presionó sus dedos con los músculos vaginales y él gimió—. Mmmm, maravilloso.


El sonido del teléfono lo sacó de golpe del éxtasis sensual en el que se encontraba con sólo pensar en esa gatita voluptuosa tan misteriosa, que ni siquiera quiso decirle su nombre.
Atendió la llamada tratando de enfocarse de nuevo en su negocio.
Al cortar, se hizo un propósito a sí mismo: La encontraría.
Tenía que comprobar que lo que había vivido con ella no era producto de una alucinación. Se compenetraron tan bien que era necesario comprobar si esa afinidad iba más allá de los límites de una alcoba.
Encontraría a su gatita como fuera.

Continuará...

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