Christian fue a su despacho, que se encontraba en una de las habitaciones de la suite que ocupaba y se refugió en el trabajo. Tenía buenos gerentes y administradores en sus tiendas, pero incluso a ellos tenía que controlarlos de vez en cuando.
Todos los informes que necesitaba los conseguía por Internet. Sus tiendas estaban todas conectadas en red y sólo él tenía acceso a todas ellas. Los niveles de acceso estaban definidos por categoría de empleado y cada uno tenía su contraseña. Gracias a eso podía desplazarse de un punto a otro del país con tranquilidad, y gran parte de su día se lo pasaba frente al ordenador.
Su prioridad ahora era dejar funcionando perfectamente el complejo, por lo que pasaba por lo menos tres días a la semana allí.
Pensó en lo que había ocurrido en la piscina y sintió cierto remordimiento por sus crueles palabras, aunque sabía que eran ciertas. Evelyn siempre había sentido unos celos tremendos de Amanda, él lo sabía. De adolescentes, ella sabía que Mandy estaba enamorada de él, y había urdido un plan en una de las fiestas para que los encontrara enredados en actitud sospechosa en una de las habitaciones. Sólo con el fin de hacerle daño a su amiga, o mejor dicho, a quién decía ser su amiga.
Christian la había desenmascarado antes que sucediera y no logró su objetivo. A partir de ahí él se fijó en la actitud de Eve y vio muchas señales que apoyaban su teoría. ¿Cómo es que Amanda podía confiar todavía en ella? Estaba seguro que en cualquier momento le clavaría un puñal en la espalda, a la primera oportunidad que tuviera.
Suspiró y se acordó de repente de su gatita.
Entró al correo y no vio nada más que el mensaje automático que el chat enviaba con el log de la conversación.
Abrió su último mensaje y tipeó:
Necesito saber tu nombre.
C.
Sólo eso. Lo envió.
Dejó abierta la ventana del navegador, para ver si ella se conectaba y siguió trabajando.
Amanda despertó de la siesta renovada. Se cubrió con la bata del hotel y se acercó a la ventana. Desde allí pudo ver a Evelyn conversando con dos fornidos atletas que no debían sobrepasar los veinte años, y a Ben bajo la sombrilla, conversando con una pareja.
Sonrió. Cada uno en su salsa, pensó. Evelyn seduciendo jovencitos y Ben haciendo negocios.
Tomó el ordenador y se tiró en la cama boca abajo.
Se conectó a internet y revisó sus correos, contestó algunos y otros los dejó pendientes.
Motoqueiro, pensó. ¿Para qué? Tonta, tonta… e ingresó.
«Necesito saber tu nombre.» Era todo el mensaje que le había dejado.
Ohhh, Chris… y yo necesito poder decírtelo. Se volteó de espaldas y se abrazó a sí misma. Tenía tantas ganas de estar de nuevo con él, como de respirar.
«[Sonido de Aviso de chat]»
Al escucharlo, su corazón se aceleró y volvió a su posición anterior frente al ordenador.
«Él: Hola gatita»
«Ella: Hola Chris»
«Él: ¿Estás más accesible hoy?»
«Ella: Depende para qué»
«Él: Para mí»
Pausa.
«Él: Veo que no. ¿Dónde estás?»
«Ella: Tirada en la cama»
«Él: ¿Quieres que vaya a hacerte compañía?»
«Ella: [Emoticón de sonrisa] Siempre quiero, pero no puedo dejar que vengas»
«Él: Entonces mandaré a alguien a buscarte»
«Ella: No es necesario, puedo ir hasta ti si quiero»
«Él: Entonces, ven a mí. ¿Conoces el nuevo Complejo CA? Estoy allí, gatita, ven»
«Ella: Lo conozco. Pero no insistas, no puedo»
«Él: No lo entiendo ¿Acaso nos conocemos de otra vida pasada?»
«Ella: Algo así»
«Él: ¿Bromeas, no?»
«Ella: Esto es todo lo que podemos tener»
«Él: ¿Esto? No es suficiente. Vamos, nena… no somos adolescentes, ¿no pretenderás que me conforme con leerte en un chat como si fuéramos niños, no?»
«Ella: Es todo lo que puedo ofrecerte»
Pausa.
«Ella: Lo siento…»
«Él: ¿Con qué frecuencia recuerdas nuestra noche juntos, gatita?»
«Ella: Todos los días»
«Él: Yo no puedo sacarte de mi cabeza a todas horas, de mis pensamientos, de mi piel… hasta te huelo en otras mujeres, ¿por qué nos haces esto?»
«Ella: No es algo premeditado. Lo hago porque no hay más remedio»
«Él: Sigo sin entenderlo»
Pausa (Aunque el chat indicaba que estaba escribiendo) Esperó.
«Ella: Yo… yo no era yo ese día, Chris»
«Él: Si crees que no me di cuenta que tu proceder esa noche no era algo habitual en ti, estás equivocada. Lo sé»
«Ella: No solo no es habitual, soy completamente diferente. Te desilusionarías de mí»
«Él: Déjame que yo lo decida, si es así, seré sincero contigo. Tú también puedes desilusionarte de mí, gatita. Tienes la misma prerrogativa»
«Ella: Tú nunca podrías desilusionarme, te conozco»
«Él: ¿Cómo es posible que me conozcas y yo no?»
«Ella: Me conoces»
«Él: ¿Acaso quieres volverme loco? Explícate, sé más específica»
Pausa.
«Ella: No puedo»
«Él: Necesito verte, tocarte, saber que no fuiste producto de mi imaginación… te necesito, gatita»
«Ella: Y yo a ti, tanto como el aire que respiro»
«Él: Santo Cielos, nena… no puedes decirme eso y luego desconectarte, dime que vendrás»
Pausa.
«Él: ¿Gatita? No te vayas, dime que vendrás»
«Ella: Iré»
«Él: [Emoticón de júbilo] ¿Te reservo una habitación o te quedarás conmigo?»
«Ella: Búscame en la gruta de las termas a medianoche»
«Él: ¿Cómo conoces la gruta? Ni siquiera está habilitada»
Pausa.
«Él: ¿Gatita?»
Su gatita se había desconectado, pero no le importó. La vería esta noche. Sonrió de oreja a oreja. Espero que cumpla lo que prometió, pensó.
Mientras tanto, en su habitación, Amanda se sentó en la cama y se meció para atrás y para adelante, como si fuera una autista. ¿Qué hice? Loca, loca, locaaaa. ¿Acaso no tengo voluntad? ¿En qué lio me estoy metiendo? ¿Y si me reconoce? ¿Traje mis lentes de contacto? ¿Qué me pondré? No tengo nada que su gatita pueda vestir…
Saltó de la cama y empezó a revisar el armario, sacando las prendas y tirándolas por el piso, esparciéndolas por todos lados.
¡Santo Cielos! Que espanto de ropas… no puedo ponerme nada de esto.
Luego recordó. Se acercó a su maleta, revisó el bolsillo delantero y sonrió.
Esto está perfecto.
No deseaba encontrarse con los demás, así que pasó por la tienda del complejo. Compró maquillaje y una crema para el cuerpo con efecto luminoso, que tenía un aroma totalmente diferente al que ella usualmente usaba. Eso lo confundiría.
Pidió hora con la depiladora del spa. Sonrió. A él no le gustaba que nada se interpusiera entre su traviesa lengua y su coño palpitante. Y a ella le fascinó la sensación.
Cuando se dirigía hacia el spa, tropezó con Christian, y el bolso de la tienda cayó al piso.
—Ups, disculpa, Mandy. No te vi.
—No hay cuidado. —Se agachó y recogió las cosas que había comprado rápidamente.
Él también se agachó y la ayudó, observando.
—¿Estuviste de compras?
—Mmmm, sí.
—¿Hacia dónde te diriges?
—Eh… al spa. Tengo que probar las delicias que ofrecen si quiero promocionarlas, ¿no?
—¡Bien! Buena elección. Te encantará. Llamaré para que te atiendan como una reina. Pide que te hagan un baño exfoliador. —Rió a carcajadas—. No tengo idea de que se trata, pero todas se lo hacen, está de moda.
—Estás de muy buen humor…
—¿Alguna vez me viste malhumorado, Mandy?
—Mmmm… —lo pensó—. La verdad es que no.
—Ahí lo tienes. —Le dio un beso en la frente—. Que disfrutes tu tarde de spa, cariño. Nos vemos en la cena.
Y siguió su camino silbando.
Ella sonrió. Estaba segura que su buen humor se debía a cierta gatita a la que esperaba ver esa noche.
Amanda llegó al spa casi a las seis de la tarde y no salió de allí hasta las ocho y media de la noche. Las chicas se esmeraron en atenderla, terminaba una terapia y la metían en otra. Le hicieron de todo, y fue una tarde maravillosa, llena de mimos y atenciones. Ahora entendía el motivo por el que algunas mujeres pasaban una tarde entera metidas en un lugar así. Se sentía renovada, una diosa. Su piel estaba sedosa y no tenía un solo vello en todo el cuerpo.
Por supuesto, tampoco le permitieron pagar por los servicios. Era una invitada del dueño.
Agradeció a las chicas y les dejó jugosas propinas a todas, prometiéndoles volver muy pronto.
Cuando fue a cambiarse, tenía un mensaje de Christian en el contestador de la habitación. La esperaban en la noche hawaiana del complejo, para un luau que se celebraría en el quincho del lago.
Cuando llegó al lugar, fue recibida por mujeres con trajes típicos de vistosos colores, las cuales le pusieron collares de flores, como correspondía a ese tipo de fiestas. El ambiente era maravilloso, la música, la decoración.
Todo perfecto.
Y más perfecto aún, el brazo que la envolvió y la hizo girar varias vueltas hasta la pista de baile. Christian le enseñó a bailar el hula , moviendo sugestivamente la pelvis, apoyando las manos en sus caderas para demostrarle como balancearlas al compás de la melodía y los cánticos.
Luego de media hora bailando sin parar, ambos se arrastraron riendo hasta el bar para pedir unos cocteles muy pintorescos a base de piñas, y luego la llevó con el brazo en su hombro, hasta la mesa donde estaban Benjamín y Evelyn cenando. Evelyn los recibió con el ceño fruncido.
Saludaron y se sentaron. Estaban cansados y sudados, pero felices.
Había una variedad enorme de platos en la mesa, y los dos probaron de todo un poco.
—No te hemos visto desde las dos de la tarde, Mandy. ¿Qué estuviste haciendo?
—Mmmm, ¡que rico está eso! —Y mirando a Evelyn contestó—: Dormí la siesta y luego fui al spa a conocerlo. Las chicas me mimaron tanto, que estuve hasta hace un rato. Fue maravilloso.
—¿Fuiste al spa y no me avisaste? ¡Qué mala amiga!
—Tú estabas en la piscina muy bien acompañada por dos fornidos jovencitos, Eve. No pensé que te interesaría encerrarte en un spa.
—Con su permiso, amigos —dijo Benjamín—. Pero hay algo que me interesa mucho al fondo del local. Si no aparezco más, no me extrañen. —Se levantó y se fue.
Uno de los jóvenes con los que Evelyn estuvo hablando esa tarde se acercó a la mesa y la invitó a bailar. Ella sonrió provocativa, entornando los ojos y se levantó graciosamente moviendo las caderas envueltas en el pāū tradicional que llevaba, acompañado de un pequeño top a juego.
A pesar del ambiente festivo y de lo mucho que se estaba divirtiendo, Amanda estaba poniéndose cada vez más nerviosa. Se acercaba la hora de marcharse, tenía que preparar su transformación, así que no le quedaba otra que fingir.
—Mmmm, Chris, creo que algo que comí me cayó muy pesado. Voy a retirarme.
—¿Necesitas que te vea un médico?
—Nooo, no. No te preocupes, yo… estaré bien. A lo mejor vuelvo en un rato —mintió.
—Yo tampoco me quedaré mucho más tiempo. Que descanses, cariño.
—Tú también.
Y se retiró.
Continuará...
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